CAPÍTULO XXXIX

396 36 50
                                    

Optó por ponerse un vestido hasta cierto punto sencillo, con el tradicional corte en tubo que tanto la fascinaba, unos 4 dedos por encima de la rodilla, nada muy revelador, de hecho el escote boat no dejaba ni que se le viera la clavícula, todo porque era la espalda la que se llevaba el protagonismo, iba descubierta hasta la cintura dejando su blanquecina piel desnuda haciendo contraste con el rojo de la tela. Rebecca no era de usar mucho el rojo, no sabía muy bien por qué cuando se le veía bien, era un color que le sentaba al tono pálido de su piel.

Tomó unos Jimmy Choo dorados de su estante y se los calzó, luego cogió su perfume Opium de Yves Saint Laurent le encantaba el olor que despedía con él, éste contenía una mezcla de frutas y especias, le gustaba ese leve toque de naranja, mandarina, ciruela, cilantro y pimiento negro, así como también el sutil que venía de las hojas de laurel, del sándalo y la madera de cedro, eso era un buen perfume no como ese asqueroso hedor al cual François había llegado expeliendo.

Él tenía un olfato sensible, por eso ella solía ser cuidadosa con lo que usaba, aunque rara vez se aplicaba perfumenes, prefería más las esencias de Jazmín, quizás por darle gusto a él, pero su cumpleaños siempre era una fecha especial, no importaba que ese año hubiese sido opacado por varios eventos, como los vídeos grotescos del demente que los acosaba o el hecho de estarse arreglando para ir a una cena en la casita nueva de Pauline.

Suspiró rociando su perfume en sitios claves: cuello, pechos, codos, muñecas y debajo de las rodillas, era sólo unas pequeñas gotas, nada extravagante o su señor y su organoléptico ser padecería.

Le dio un beso a Abigail y a Maximilien antes de salir, ambos quedaban en sus camas, pero le tranquilizaba saber a Raquel con ellos, le dejó los dos monitores y de todas maneras se fue con otros monitores en su bolso, podían llamarla sobreprotectora, pero sus hijos era su tesoro y teniendo en cuenta que había un loco cortándole dedos a niñas prefería no pecar por descuidada.

-Tienes el número de móvil de los tres y también el fijo de la casa de Pauline, mamá no dudes llamarme así sea sólo porque alguno de los dos despierta.

-Rebecca también crie dos hijos.

-No te estoy subestimando mamá, sólo... No tengo que explicarte tú entiendes mejor que yo lo que me pasa.- Habló en referencia a la conversación que ambas habían tenido en esa tienda, Raquel asintió y le acomodó una hebra de su cabello que salía rebelde de su peinado recogido.

-Disfruta tu cena.

Ella dudaba que fuera a hacer tal cosa sin embargo tomó de gancho a François, a su vez Mare iba mucho más discreta que ella, Marianne no era muy amante de la moda, prefería que su ropa fuera cómoda y una expresión más de sus creencias, la notaba fuera de lugar y por un segundo se sintió culpable por estarla arrastrando a esa miseria, pero fue sólo un instante, después de todo ella también estaba siendo arrastrada, así que lo que más necesitaba era no ir sola a la horca.

La casita de ensueño de Pauline se ubicaba en la colina de Cologny, como su anterior casa, a esa mujer le encantaba ese sector, de alguna manera le gustaba "codearse con los suyos", ¿así o más esnobista? De todas maneras si alguien le preguntaba sus impresiones sobre ese lugar no eran para nada positivas, el despliegue de excentricidad empezaba por la enorme fuente de la entrada, tanto que hablaba de clase y hacía algo como eso.

La fachada era en piedra y a su manera de ver le daba un aspecto algo sombrío, pero para todo había gustos, ella si prefería la luz, por eso su casa tenía tantos ventanales de cristal y techos altos, igual cada quien elegía sus castillos, así que no hizo ningún comentario.

Al llegar a la puerta principal, ésta se hallaba abierta, Pauline estaba justo en la entrada luciendo una sonrisa de catálogo con su esposo de gancho también, Rebecca devolvió la sonrisa, aunque no lo hacía por las mismas razones de Pauline, observaba cómo con esa mueca se le marcaban más sus líneas de expresión y quiso carcajearse, pero tendría que conformarse con algo más sutil.

EL QUINTO MANDAMIENTO [TERMINADO] #Libro4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora