CAPÍTULO XVIII

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Primero había llevado a Maximilien con Pauline, no había tomado mucho tiempo, sólo un no tan ligero desvió a la colina de Cologny el lugar donde Pauline tenía su modesta mansión, aceptó encantada quedarse con su hijo, era Rebecca la que no estaba muy encantada con eso, pero un hospital y François en la misma oración no le indicaban que fuera una buena señal en la cual llevar a su hijo de seis años.

La rubia no hizo preguntas, afortunadamente porque ella carecía por completo de las respuestas, una vez se despidió de su hijo, se volvió a subir a su auto y se dirigió por la quai de Cologny, hasta la Clinique Generale-Beaulieu, se tomó cerca de 20 minutos, había sido un desvió considerable, pero no tenía otra opción, podía no llevarse bien con esa desabrida mujer, pero al menos consideraba que Maximilien estaría bien cuidado.

Al llegar a la clínica lo que hizo fue atravesar el enorme jardín a prisa, no obstante sus zapatos de tacón no hacían la labor sencilla, debió cambiarse, pero habría perdido más tiempo, así que no podía quejarse, se acercó a una recepción preguntando por François, le dieron la información del piso en el que lo tenían.

Se sentía realmente confundida, nadie le daba información acerca de François, las auxiliares de enfermería ni siquiera la habían determinado y su amabilidad estaba a punto de irse al caño.

-Señora Bracho. -Rebecca se giró pensando que era personal del hospital para darle cualquier tipo de información de François, sin embargo se encontró con ese hombre árabe cuyo nombre solía olvidar. -La veo algo contrariada ¿sucedió algo?-Preguntó sin dejarla de mirar a los ojos, ella sonrió, aunque no tenía ganas de hacerlo, lo supo disimular como ya era habitual, ese hombre era el hijo de un jeque árabe y aunque le valía tres cuartos sabía que a François no, siendo todavía su esposa debía lidiar con esas cosas.

-Nada en absoluto, señor... -Hizo un ligero movimiento con su cabeza indicándole que había olvidado su apellido.

-Hasbún -Respondió el hombre torciendo su boca en una mueca parecida a una sonrisa, ella ensanchó más la suya.

-Si me disculpa, debo retirarme.

-Que esté bien señora Bracho-Respondió con un brillo en sus ojos grises.- yo también me retiro.

El hombre le hizo un leve asentimiento y se retiró del mostrador, Rebecca lo miró alejarse antes de volver su vista a la mujer, le lanzó una mirada altanera, odiaba tener que recurrir a lo que un día Matthew Shepard le dijo era el poder de los apellidos, pero al ver la ineficiencia tendría que hacerlo.

-Señorita, requiero hablar con el director de esta clínica, me estoy sintiendo profundamente mal atendida- eso hizo que la mujer la mirara por primera vez interesada.

-Cuénteme qué necesita.-Rebecca evitó torcer los ojos, odiaba la gente como esa, arrastrada.

-Mi esposo se encuentra aquí y requiero conocer su estado.

-¿Me puede decir el nombre de su esposo?- Rebecca arqueó su ceja porque ya lo había dicho.

-LeBlanc, François LeBlanc.

-Sí señora LeBlanc requiere firmarme unas formas del seguro de su esposo- Ella volvió a arquear su ceja.

-Pues no le firmo nada hasta que no lo vea o mínimamente alguien me informe de su estado.

-Según dice el expediente el señor LeBlanc fue internado por un infarto.- Esa vez si torció sus ojos.

-Lea bien sus reportes, no debe ser el expediente de mi esposo, él es un deportista de alto rendimiento jamás le daría un infarto.

EL QUINTO MANDAMIENTO [TERMINADO] #Libro4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora