CAPÍTULO LXV

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La gente la miraba un poco extraño, ella entendía que en pleno siglo XXI no era habitual tener 4 hijos y era normal que al esas personas desconocer su situación la criticaran con sus miradas ponzoñosas, dado que iba en una carriola doble con Abby y Antoniette y con pulseras de seguridad para Maximilien y François.

Había ido a tiendas a comprarles algo de ropa, a los suyos porque siempre se las estaba cambiando, solía aburrirse de ponerles lo mismo y a los otros dos porque no tenían, aun no se fiaba de niñeras, así que seguía encargándose sola de ellos, no podía evitarlo, aunque Bashar le diera su palabra, era algo que no valía mucho teniendo en cuenta que él no tenía sentido del honor.

Su madre afortunadamente había regresado y ella nunca pensó en decir algo así de Raquel, pero en ese instante si estaba siendo de ayuda, dado que andaba encargándose de buscar lo de las niñas, mientras ella estaba en el ala de los niños mirando qué comprarle a François y Maximilien.

Les escogió un par de prendas y los llevó a los vestieres, en donde a cada uno le entregó lo que les correspondía para medirse y esperó que salieran, aunque en ese momento vio un suéter que podía quedarle a François, así que caminó hasta éste, lo tomó y cuando iba al vestidor con los niños una mano la jaló de uno, se quedó un poco atónita al ver a Bashar allí, aunque su asombro le duró poco, porque de todo lo que hacía, seguirla y acorralarla en un vestier era lo menos anormal que podía ocurrírsele, además teniendo en cuenta que ella se había negado a verle no era una conducta sorprendente.

Contrario de lo que se esperaba no andaba furioso como podría haber imaginado por no haber querido acceder a verle, estaba sonriendo con descaro, no pudo ni siquiera preguntarle qué hacía ahí porque simplemente la arrinconó y empezó a besarla tocándole sus caderas, así que al parecer sólo necesitaba besarla y ella que se imaginaba que tendría que lidiar con su furia.

La boca de Bashar se dirigió a su cuello con fuerza, mientras sus manos comenzaron a deslizarse por sus muslos hacía su falda comenzándola a alzar, afortunadamente ella traía medias veladas.

-¿Qué haces?-Susurró ella bajito.

-¿Cariño no te gustaría hacerlo aquí? Dices que no te importa hacerlo en lugares inusuales.

-Y no me importa, pero mi hijo está en el otro vestidor y tu hijo en el siguiente.

De hecho fue decir eso para que la voz de Maximilien se escuchara triste y algo desesperada llamándola, lo que la hizo arquear sus cejas.

»Ves.

-Cariño, entonces será para la próxima.

Ella soltó el aire desprendiéndose de sus manos y saliendo del vestier, estaba un poco aliviada de esa interrupción porque empezaban a acabársele las excusas, a menudo él solía calmarse cuando iban al penthouse, pese a que jamás habían fornicado, Thomas solía decirle que ese tipo de prácticas, para alguien como él contaban como sexo, aunque no hubiera un contacto real, él si experimentaba placer con todo eso, así que aquel penthouse se había vuelto un lugar valioso para ella, en tanto no sólo lo calmaba a él por ansias de sexo, sino que ella podía desquitarse de todas las cosas malas que le había hecho.

Cuando salió del vestier y se le apareció a su hijo fue como si el alma le hubiera vuelto a Max al cuerpo, corrió a abrazarla y la apretó fuerte.

-¿Dónde estabas?-Preguntó Max.

-En el vestier amor.

-Pero si es ropa de niños.

-Lo sé, sólo me acomodaba mis medias bebé.-Le mintió y él asintió comprensivo.

EL QUINTO MANDAMIENTO [TERMINADO] #Libro4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora