CAPÍTULO XXIX

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Abigail lloraba, llevaba días con fastidio e irritabilidad, afortunadamente ella logró ver la razón, se trataba de su encía, estaba lastimada porque un diente le iba a salir, no podía imaginarse el dolor que experimentaba por eso le había triturado un poco de banano que previamente había tenido congelando para que sintiera levemente alivio, además ella ya había cumplido seis meses y por fin le podía dar otro tipo de alimentos diferentes a su pecho, que seguía implementando, pero con una menor frecuencia, algo que a las dos les sentaba bien.

Maximilien estaba en sus vacaciones escolares de fin de año, habían presentado la obra de teatro la semana anterior y él había estado muy contento porque había escogido el mago de oz como él había sugerido, en ese instante no estaba en casa, pero en la tarde si estaría y ella tendría que preparar como cada día la novena navideña, era curioso que una atea declarada se prestara para esas cosas, pero Rebecca como en muchas cosas usaba todo lo que le convenía, la navidad le gustaba y más le gustaba darles a sus hijos el misterio acerca de los regalos y quién los traía.

A Maximilien, François le había comprado un excéntrico barco, la recreación del Lusitania, era un juguete antiguo, que si se lo preguntaban dudaba que Maximilien le diera un verdadero valor, su hijo podía ser muy querido por ella, pero ella no era tonta y reconocía sus defectos, uno de esos era que Maximilien no valoraba mucho lo usado, no entendía que algunas cosas invaluables no eran necesariamente nuevas, sin embargo ella había mantenido su boca cerrada, a François le hablaba poco.

Por su parte ella a Max le había elegido un lego bastante completo del señor de los anillos, le gustaban juguetes sencillos que les aportaran algo y afortunadamente aun contaba con reserva de lo que había ganado en el año con las crónicas de guinnes records, esperaba volver a trabajar pronto, pero quería hacerlo desde casa para no interferir con los cuidados de Abby, tendría que hablar con sus ex jefes a ver cuál accedía.

François le había comprado a Abigail por su cuenta una muñeca, que si se lo preguntaban era terrorífica, ya que era una versión de la misma Abby recién nacida, esa cosa era tan real que la espantaba, no obstante también se abstuvo de decirle algo, eran sus hijos, su dinero y era su problema en qué lo gastaba. Rebecca había optado por darle algo muy diferente a la nena quería fomentar su aprendizaje, así que era una serie de juguetes de madera, con formas circulares, cúbicas y triangulares, se trataban de juguetes de estimulación multisensorial, le había entusiasmado eso para su hija .

En esa época del año solía contratar personal de catering para que se encargaran de la alimentación en la dichosa novena, el año anterior no, porque... Pues porque le habían solicitado el divorcio, había que ser francamente muy conchuda para volver a esa casa después de todo lo que vivió, suspiró y dejó de pensar en eso, no quería amargarse el rato pensando en François.

Abby se estaba comiendo toda su papilla y en ese instante escuchó la vocecita de su otro amor, se volvió levemente estirando sus manos y Maximilien se arrojó en sus brazos, sudaba porque había estado practicando hockey en hielo, le gustaba, aunque en realidad había sido idea de François.

Ella le limpió el sudor con uno de los baberos de Abigail y después a su vez vio a la fuente de todos sus tormentos alzar a su hija y hablarle de forma cariñosa, aunque la niña seguía llorosa, así había estado todos esos días por ese estúpido diente que no se dignaba en salir y sólo le alteraba su ánimo.

Posteriormente la saludó a ella, pero Rebecca se limitó a asentirle.

-¿Cómo siguió Abby?-Siguió él- ¿Crees que será necesario llevarla al médico? -Ahí estaba el señor exageración preguntando preocupado, ella arqueó las cejas.

EL QUINTO MANDAMIENTO [TERMINADO] #Libro4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora