Amor y Dolor I

Capítulo 6/II

Los besos que se daban estaban subiendo de tono, convirtiéndose en besos ardientes y excitantes. La temperatura en los cuerpos de ambos iba en aumento y el placer hacía presencia.

Él la estrecho contra su cuerpo y ella pudo sentir su excitación provocando que saliera un gemido de su garganta. En ese instante un rayo de cordura cruzó por la cabeza de Jayden.

No la podía tomar en medio del bosque, no con Marcos, su mejor amigo, cerca.

Rompió el beso y se separó.

-Espera, Zoey- le dijo, ella lo miró confundida.

-¿Qué?, ¿acaso no quieres estar conmigo?- la vergüenza se fue reflejando en el sonrojo de sus mejillas.

Por Dios, Zoey, pareces una gata en celo. Se regañó mentalmente.

-No, no me malinterpretes. Claro que quiero hacerte mía, pero estamos en medio del bosque y mi amigo anda cerca.

-Oh- es lo único que salió de sus labios.

-Vamos.

Jayden la tomó de la mano y caminaron juntos hacia al auto, ya allí el encendió el motor y fueron rumbo al apartamento de él.

En el lugar volvió a revivir la pasión, ella le sacó la parte de arriba del traje y luego la camisa, estaba un poco nerviosa pero el deseo ganaba la batalla dentro de ella.

Él con sus ágiles dedos le sacó el vestido por la cabeza y le quitó el sostén. Se separó para admirarla y ella se dejó ver. En sus ojos brilla el deseo por tenerla y eso la llenaba de seguridad y alegría.

-Eres hermosa- le dijo en un susurro -Y toda para mí.

Caminó hacia la mujer como león acorralando a su presa y la besó intensamente. Sin apartar sus labios de ella la guió hasta su habitación. Allí la dejo caer en la cama y recorrió su hermoso cuerpo. Besaba su cuello, clavícula, pechos, vientre y saboreó su húmeda intimidad.

Ella disfrutaba de las caricias de ese amante excepcional que tenía, vibraba con su tacto, suspiraba y gemía con cada beso. Estaba en el cielo.

Luego de adorarla como a una diosa, él se deshizo de su ropa que ya estorbaba, se puso un preservativo en su erecta masculinidad y se perdió en su cuerpo.

Todo sudorosos gemían de placer y se perdían en un mundo sensaciones placenteras, se besaban y acariciaban, duraron unos minutos de esa manera, él invadiendo su interior con suaves y certeras embestidas, y ella recibía todo lo que le daba.

Hasta que en medio de gritos y gruñidos de placer llegaron a la cúspide de su excitación, explotando en un muy bien recibido orgasmo.

Ambos yacían en la cama, exhaustos y sudados. Ella estaba recostada en su pecho y él acariciaba su brazo de arriba a abajo.

-Me gustas, me encantas, te quiero para mí solo. No soporto la idea de verte con otro- él rompió el silencio en el que estaban sumergidos.

-Tu también me gustas mucho, Jayden- le respondió.

-No entiendes, Zoey, te has calado en mi corazón de una manera increíble y tengo miedo de que te aparten de mí y no pueda tenerte. Que te digan cosas de mí- dijo lo último en un susurro.

Danielle se rehusaba a darle el divorcio y temía que ella se enterara que era casado. No quería que malinterpretara las cosas. Pero, también tenía miedo de que si se lo contaba ella se alejara de él, no lo soportaría, no cuando había descubierto que se había enamorado de ella, que le quería.

-¿De qué hablas, Jayden? ¿Por qué no podrías tenerme? ¿Quién me va a apartar de ti?

Ella se levantó de su pecho y lo miró confundida, no entendía ni un carajo lo que él le decía.

Estaba por preguntarle de nuevo qué le pasaba, de qué hablaba pero escuchó su móvil sonar desde la sala. Rápidamente se levantó y desnuda, sin ningún pudor, corrió tras el aparato.

-¿Si?- dijo al contestar.

-¡Zoey!, ¿Dónde andas mujer? No me respondas, no me importa- ella rodó los ojos. Ese escándalo solo sería de una persona: Danna.

-¿Qué pasa, Dan?

-¡Vamos a ser tías nuevamente!, ¡Sonny está de parto!

-¡Oh por Dios!, voy para allá enseguida- colgó.

Jayden la miró interrogante y confundido por su grito.

-Mi hermana está de parto, tengo que ir o me mata. Y tú, querido, vas conmigo.

Él la miró asombrado y negó con la cabeza.

-Te llevo y me voy.

-No, señor. Usted conoce a los O'Connell Mills esta noche. Vamos, guapo.

Se vistieron rápido y tomaron rumbo al hospital del centro sin percatarse de una tercera persona cerca que los observaba enojada.