Amor y Dolor I

Capítulo 7/IV

Marcos sintió su sangre hervir de rabia. ¿Con qué descaro se atrevió ella a aparecer en su casa?

–¡Te hice una pregunta, contéstame!– gritó furioso.

–¿Qué son esas formas de hablarle a tu hermana mayor?– Gelga fingió indignación.

–¡Largo de mi casa!– volvió a gritar.

–Shh, calla niño– esa frase lo hizo estremecer y luego tensar. Los recuerdos se agruparon en su mente –Veo que después de tanto tiempo aún ejerzo algo de control sobre ti– se burló.

Se recompuso, no le daría el gusto de verlo flaquear.

–Te equivocas, ya no soy un niño– la miró con desprecio –¿A qué has venido?– dijo cada palabra con furia contenida.

–Por varias cosas– sentada en el sofá se cruzó de piernas –Una de ellas es decirte que ha muerto mamá.

–No sabes cuanto me alegro– sonrió con maldad –Es poco para lo que se merecía.

–¡No te permito que hables así de nuestra madre!– se levantó enojada y lo encaró.

–¡No eres nadie para prohibirme nada!– le gritó devuelta –Una mujer que viole y venda a su propio hijo no merece que le digan madre, así que no la vuelvas a referir como nuestra. Es tuya nada más– le advirtió muy cerca de su rostro –Ahora, largo de mi casa– señaló la puerta.

–No me voy a ir, querido– se sentó de nuevo en el sofá.

Marcos furioso la levantó por un brazo y la arrastró hasta la puerta.

» –Si no me sueltas en este mismo instante, ordeno que las maten– lo amenazó mostrándole el móvil.

En el había una foto de Katie y Amanda en el festival comiendo algodón de azúcar, él se tensó y la soltó con brusquedad.

–¿Qué significa esto?– le preguntó enojado.

–Significa que he estado vigilándote varios años y estaba esperando el momento adecuado para aparecer, pero ha llegado esta estúpida junto a su mocosa a dañar mis planes— se sentó de nuevo en el sofá como si fuera dueña y señora de todo.

–No te metas con ellas– le advirtió.

–Eso depende de ti, querido – jugó con su rubio pelo.

A pesar de sus cincuenta y un años, Gelga era una mujer muy atractiva y envolvente. Era capaz de seducir y manipular a cualquier hombre a su antojo. Pero Marcos no pensaba caer en su influencia, la aguantó por mucho tiempo como para que de la nada llegara a tratar de jugar con él.

–¿Qué quieres decir?– su tono de voz era serio y amenazante.

–Que te alejes de ellas.

–Nunca– gruñó –No eres nadie para ordenarme qué hacer.

–Si en verdad las quieres, harás lo que te diga y ellas vivirán– sonrió, él apretó los puños –Verás, he descubierto que tu padre ha dejado una herencia a tu nombre.

–No me interesa– la miró con odio.

–Pues a mi sí y para poder reclamarla necesitas estar casado. Por eso, te casarás con mi hija y a cambio dejo viva a tus chicas– dijo lo último con desprecio.

Marcos estaba atónito, esa mujer en verdad estaba enferma. ¿Cómo pretendía que hiciera eso?

–Eres igual de repugnante que tu madre, Gelga. No sería capaz de casarme con tu hija, eso es incesto y es ilegal— la miró con asco.