Capítulo 1/IV

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Se escuchó un estruendoso "Bip" repetidas veces. Katie refunfuñando alargó su mano y apagó su fastidioso móvil. Siempre se cuestionaba el por qué demonios trabajaba, luego recordaba a su sobrina Amy y se le pasaba.

–¡Amy!– gritó y levantó la cabeza de la almohada, tomó su móvil y vio la hora. 7:15 am –¡Maldita sea!, ¡es tarde! ¿Cuánto ha sonado la alarma?– se preguntó confundida.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por la puerta que se abrió. Tras ella apareció una cabeza con una abundante cabellera castaña.

–Tía Kat, es tarde, debemos irnos– la niña tenía puesto un uniforme escolar –Ya estoy lista– se señaló –Puse tu uniforme allí– señaló el traje de enfermera en un sofá, Katie lo miró –El desayuno está listo y mi lonchera también– dijo la pequeña sonriente.

Katie se levantó rápido de la cama y besó a la niña en su pelo, no sabía que haría sin ella. Se dirigió al baño y Amy la siguió.

–No te has quemado ¿cierto?– cuestionó preocupada mientras se daba una ducha.

–No, sabes que soy cuidadosa. Además soy una niña, tía, no puedo encender la estufa– contestó con falsa inocencia.

–Sí claro, y yo me levanto temprano todo los días– se envolvió en una toalla y corrió a vestirse –Me siento mal, Amy, soy quien debería despertarte y hacerte el desayuno. Soy una mala madre.

Amy la miró con cariño y la abrazó.

–Me gusta como eres, tía Kat.

Luego de arreglarse, corrieron a la cocina para desayunar y así poder llevar a Amy al colegio y ella irse al trabajo. Llegaron al centro estudiantil justo cuando tocaban las campanas para entrar a clases. Tenían la suerte de vivir a dos cuadras.

–Nos vemos en la tarde, tía, te quiero mucho– Katie se agachó y la niña besó sus labios como era su costumbre antes de salir corriendo.

–¡Adiós!, ¡también te quiero!– gritó y la vio alejarse.

Amaba a esa niña con toda su alma. Era inteligente, autosuficiente, trabajadora, leal, sincera. Tan diferente al humano adulto, que temía que cuando creciera sea dañara toda su pureza e inocencia. Le gustaría protegerla en una caja de cristal y alejarla de todos. Llevaba a cargo de ella tres años ya, su hermana era una loca que nunca se preocupó por su niña, ni cuando nació. Katie siempre la cuidó, cuando Ana se iba a drogar ella se quedaba con la bebé toda la noche en vela. Incluso, le puso un nombre ya que no tenía, Amanda White era una niña excepcional y su hermana nunca se preocupó por saberlo, hasta que llegó el día que murió de una sobre dosis.

Amy solo tenía cuatro años y ni se inmutó ya que nunca congenió con su progenitora. La madre de Katie, Perla, enloqueció y tuvieron que internarla en un psiquiátrico, entonces se convirtieron en tía y sobrina contra el mundo.

La chica suspiró y se dirigió al hospital a una larga jornada de trabajo.

***

Amy caminaba al lado de la maestra por el pasillo camino a dirección, tenía la cabeza agachada y escondía una sonrisa divertida. Cuando llegaron, el director ya la esperaba.

–Toma asiento, Amanda– dijo él con voz ronca –Puede retirarse, maestra– la mujer salió y él clava sus penetrantes ojos azules en Amy que sonrió inocente –¿Tarde otra vez, Amy?– le preguntó con confianza.

–Lo siento, Marcos, pero es mi tía que trabaja en los turnos de la noche y llega muy tarde– mintió. Marcos sonrió.

–Sabes que no puedo regañarte, pero tengo que ser duro delante de los demás. No deben saber que eres mi niña favorita– le guiñó un ojo –Algún día tendré que llamar a tu tía para despistar a los maestros.

Amor y Dolor IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora