¡No me vais a creer! Y es que pude mirar dentro de vísceras huecas y órganos llenos de un aliento vital, todo estaba en movimiento. Una facultad que adquirí en un momento por algún extraño hechizo o visión mística me acercaba cada vez más hacia el centro. Aún pude afinar un poco más mi vista para contemplar lo intangible de un mundo invisible hermoso que se desplegaba en un mundo onírico. Cerrando los ojos estaba despierto en un sueño lúcido que se adentraba más y más en mis adentros. ¡Oh hermosa locura! Que giraba alrededor del núcleo de un átomo en una mágica danza de saltos chispeantes de vida entre cargas negativas observaba cada detalle de vida. No me bastaba en este viaje por un posible inesperado conjuro dejar de buscar más profundo de mi lo más puro. Así pues, penetre en una partícula subatómica ¡No me vais a creer! que de repente me convertí en una onda infinita. Estaba en todas partes al mismo tiempo de todos los tiempos tanta información en un instante que perdí la cordura por un momento para sentir una inmensa paz cuando yo era el firmamento. En cada estrella la presencia divina de una dulce mirada inefable experiencia de permanecer en todas las cosas si soy el universo silencioso que se expande en tus ojos. En cada mirada si me derramo como un chorro de agua en la tierra me diluyo en tus raíces para servirte de alimento. En lo más ínfimo el secreto de Dios en el amor lo más grande. Un destello de luz que ilumina una habitación oscura, si atravieso por una rendija mi alma amorosa en un mundo de sombras. Si puedo tocar el centro del universo con la punta de mi dedo desaparezco para vivir en todas las cosas, en un misterio insondable dicha de amor que no acabe.
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