Brumas del tiempo

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Mañana es demasiado tarde. No creo en el tiempo a pesar de las arrugas de mi frente. No creo en el tiempo que inventa la mente. Nada sucederá después de este momento anclado en la mismísima eternidad. Como una gota de agua que resbala por un cristal después de la lluvia y se pierde en los recovecos de la ventana, los vértices del tiempo. Así la vida en movimiento pasa dibujando un trayecto que discurre en un presente continuo. Como una hoja de otoño que está apunto de desprenderse de la rama. Un momento inesperado para caer al suelo mientras la mece el viento en unos instantes de gloria y luego yacer inerte en el manto marrón de la hojarasca que sirve de alimento a otras formas de existencia. Así en la vida, después del esplendor de la belleza con la que resplandecen los brotes verdes se terminan los ciclos. En la antesala de la muerte el amor no pierde jamás su esencia. Es cuando se desprende la hoja que se apaga, se enciende la sutil presencia del alma que emprende en su vuelo invisible en una ruta sagrada hacia un misterio insondable. Dejando en las hojas secas, templos que estuvieron llenos de vida sobre el suelo del olvido. Solo en este preciso como precioso momento, la savia de la vida recorre nuestras venas expandiendo la divina presencia. La sangre en movimiento es una espiral de vida. Mañana no existe. Solo estamos muriendo, a cada momento que vivimos con la intensidad con la que brillan las estrellas. Cada recuerdo es una huella que deja cada pisada. Más las huellas acaban por borrarse en la arena. No hay esencia en el pasado. Pensar en mañana es demasiado tarde para que pronto suceda todo. Los pensamientos no poseen el aliento vital. Nada puede evitar lo que esta predestinado a que ocurra. Solo aquello que sientes esta ocurriendo. Las lágrimas y las sonrisas forjan lo que somos en cada experiencia. En cada acto un paso al frente en las encrucijadas. Cada decisión la impronta que se deja en el alma. Nuestro destino el amor siempre ahora. Ahora mismo siempre nuestro destino final, que se desvanece entre las brumas del infinito.


Alberto Real Borrueco

El BarqueroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora