En un solo punto del espacio, justo en el centro de tu pecho, en dos sentidos opuestos se expande la conciencia amorosa hasta las postrimerías de un secreto no revelado. Dos fuerzas que se desprenden de un mismo núcleo de fusión en diferentes direcciones divergen hacia los confines del universo y hacia las últimas fronteras de las misteriosas partículas subatómicas. Dos ecos lejanos que antes de perderse en el infinito, confluyen en un mismo nudo. En una gran paradoja de incertidumbre, dos viajes que terminan en un profundo destino. En cada punto del círculo un eterno retorno al presente, en los vértices del tiempo siempre ahora mismo. En las antípodas de un sueño si despierto en un parpadeo de Dios en un instante de dicha. En cada principio de todo la muerte y en el final la vida que restablece el camino cuando te pierdes. Dios se manifiesta en las hélices del ADN en espirales infinitas de amor. En el origen la semilla que germina en universos repletos de estrellas. Nada termina si todo se transforma en el místico movimiento de los átomos los misterios de la materia al final el espíritu. La energía condensada en un mismo lugar sin que exista un sitio concreto. Si el amor está en todas partes, como definir lo inefable en tan majestuosa inmensidad en el microcosmos y el microcosmos. Una llamada hacia fuera si grito al cielo salpicado de astros luminosos. Una llamada hacia dentro si en silencio más allá de toda materia mi alma despierta en el corazón de todas las cosas. Un punto de encuentro en un puente que une lo grande con lo pequeño hasta disolverse en la nada del vacío, si vivo en todas partes.
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