Amor

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Todo mi propósito era ser amor y el amor se convirtió en un despropósito. Así que, me pregunte si ame bien y supe recibir amor. Solo entonces, me di cuenta, que el amor no es una idea. Ni un propósito siquiera. El amor es en todo instante que vivimos o no es. El amor no espera nada a cambio porque el amor es como el aroma de las flores que se esparce por un campo sin recabar en su perfume donde impregna su esencia. Del amor que recibí no siempre caí en la cuenta que se estaba dando, por la distracción o por el ego que ciega. Sin duda, se recibe amor y se da cuenta uno mismo cuando estamos dispuestos a comprender. Cuando ralentizan los pensamientos y el sentimiento está flor de piel en la caricia o el beso que estremece. El amor es capaz de detener el tiempo cuando no se convierte en una posesión y solo es estrega incondicional. Cuando se perdona mil veces y se olvida cien mil. El amor es un estado de consciencia que puede decirse que es nuestro estado más natural lejos de cualquier artificio construido por la mente. En el amor todos somos piezas que encajan fácilmente en un complejo engranaje infinito en el que la unidad es nuestro único destino. Todos una misma cosa para ser respetado iguales sin diferencias una inmensa diversidad. Ecuánimes y comprensivos con aquellos que detestamos el amor la oportunidad de reconciliarse con lo irreconciliable. No con aquello que se detesta, sino con el que detesta. Un error masivo es una humanidad sin amor. Sin compasión no somos más que islas perdidas en un gran océano de distancias que marcan nuestros egos. En un continente de amor si miras dentro en silencio, recorrera los pasos por el mundo antes de volar hasta otros reinos. Como la fragancia etérea de una flor apunto de ser respirada por un ángel.


Alberto Real Borrueco

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