En mi pecho el infinito

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 Y sin darme cuenta
fue creciendo la semilla
que arraigo en mi pecho
con profundas raíces.
Un amor incontrolable
que perdí la razón
en tan hermosa locura.
Era tan grande la llama
que acabo por incendiarse
mi cuerpo entero
de un amor invisible.
Era tan grande la magnitud
de este sentimiento
que acabo por explotar
en mis entrañas
miles de soles.
Una onda se expandió
hasta los confines del universo
desde un punto
en mi pecho.
Qué si me mirabas
se podían contemplar
en mis ojos
el fulgor de las estrellas
parpadeando
en mis luminosas pupilas.
Y solamente yo lo sabía
que el amor sin darme
cuenta me poseía.
Llegué a todas partes
en tan hermosa sinrazón,
pude sentir cada latido
de cada corazón.
Así que lloraba
y sonreía al mismo tiempo
ante la perplejidad
de un mundo con prisa,
bailaba bajo la lluvia
mientras moría de risa.
Locura de amor
que lo cura todo,
si me critican
bailaré de cualquier modo.
Así de repente
una implosión de ternura,
que digan y que hablen
de tan hermosa locura.
Qué el amor no se ve
sino no se percibe
desde el corazón
si nos sobra
incomprensión.
Como el aroma
de una flor
de la esencia
todo lo fui impregnando.
Al que me quiere
y al que hiere.
Al que está cerca
y al que está lejos
en las antípodas
de mis pensamientos.
Al que tiene
y al que no tiene
pero siempre
a lo imperfecto
me derramo de amor
y de imperfecciones.
De dudas y
de certezas,
pero con la
verdad del amor
incondicional.
Así que todavía
esa locura me perdura
no se si hace
que mi alma sea
más pura.
Pero hay algo
que siento con claridad
el infinito en tus ojos,
si consigo mirar
aquello que pasa
desapercibido
entre tanto ruido,
la belleza de amar
cuando servir
es la felicidad
de aquello
que te queda
por dar.

Alberto Real Borrueco  

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