Olvidos

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El peso del tiempo
hunde a los corazones
con cuerpos apunto
de marchitarse,
al final de las primaveras
cuando el viejo
ya nada espera.
Tan solo la muerte
que sea el abrigo
que cubre
de un cálido abrazo
de los inviernos
de soledad y hastío.
Son las arrugas
los surcos de experiencia
que pierden el valor
de una vida
llena de esplendor
cuando la presencia
iluminaba las calles
de su luz que se apaga
si el abandono
y la pena son
las amargas condenas.
Nadie puede
sentenciar que tuvo
lo que se merece
el pobre viejo
que a cada paso
siente que su energía
decrece.
Maldito es el olvido
que llena de ausencias
a una alma desolada
al paso de los años,
carencia de afecto
cuando los que
lo rodeaban solo
ven los defectos.
A todos nos llegará
la tarde
y el crepúsculo
que anunciará
la noche de una despedida
cuando se escapa
el último hálito de vida.
Como si nunca fuéramos
a envejecer,
Como si tuviéramos la garantía
que en el último instante
alguien acariciara
nuestra piel.
Es un castigo
cuando todo el mundo
se ha ido
que el anciano
al perder la memoria
que dicen
¡Mira esta ido!
Como si ya no fuera
el mismo ser
que iluminaba
las calles
de sonrisa y alegría
los que otros ciegos
de una realidad
en el veían.
Un grito
en un silencio
de ausencias
se escucha
en un desierto
yermo
de los brotes
verdes que no llegan
cuando el dolor
y el insomnio
de media noche
la más mínima
compañía comparece
y se le niega
a su solicitud
de ternura.
Todos pasan
de largo
pues nadie
quiere mirar heridas
que piden auxilio
cuando escapa
la vida.
El anciano recuerda
constantemente
cada día su trabajo,
¿Quién dijo que
es inútil su vida?
Los besos de amor
que se dieron
y los que se dejaron
de dar,
el tiempo
se lo lleva
todo debajo
de los brazos
para que se
pierdan
en la eternidad.
Tan solo algo
le ha quedado
en el inmenso
vacio que deja
la indiferencia.
Todo lo amado
solo permanece,
una huella
que se hunde
en la felicidad
de los recuerdos
que se escapan
fugitivos
en los pensamientos
que piensa un niño
con la piel
que solo
vuelve a estirar
si retorna
la dulzura.
Cuando los amigos
le llamaban
y una familia
en su casa le esperaba.
Es la inocencia
la que continúa
palpitando latente
cuando la vida
se pasa de repente,
cuando se queda
el amor frente a frente
con la voz
de un amigo,
aunque desaparezca
toda la gente.
Si queda
un último resquicio
de vida
queda todo
lo que se siente.


Alberto Real Borrueco

El BarqueroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora