Los tejedores del tiempo

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Para que correr tanto, si al final no se llega a ninguna parte a tiempo. Para que tantas prisas, si rápidamente pasa la vida sin enterarnos. Para que tantos plazos, si la vida no aplaza el día de nuestra muerte. Cuanto tiempo perdido, cuando lo que buscamos, no es para encontrarnos a nosotros mismo. La vela se consume en una madrugada oscura. Hasta que se apaga todo y no sabemos donde marchó la llama. Quizás es la misma que se enciende en otra parte, cuando se extinguió el fuego que renace en otro paradero que inicia su ciclo. Para que correr tanto, si despacio se percibe lentamente el esplendor de la vida. Para que tanta impaciencia, si acabamos devorando todo lo que anhelamos y siempre queremos más, pensando que en el último objetivo se encontrará por fin la felicidad. Insaciables siempre buscando algo que nos sorprenda y dejamos de sorprendernos con lo que tenemos más cercano. La vida misma no nos sorprende. La fuerza de la costumbre nos confunde y buscamos destinos, en desiertos yermos ausentes de vida. ¿Y si el destino fuéramos nosotros mismo? ¿Y si lo que sobra es ruido y lo que más necesitamos es lo que más despreciamos? Silencio. El silencio revelador que nos permite observar aquello que sólo se siente cuando todo calla. El tiempo no existe para quien encontró la eternidad en un instante. En un presente continuo que no termina con la muerte. Por que el amor no perece. Por que sólo queda lo que se ha dado. Por que no hay nada más, cuando sientes que ya habías llegado y no lo sabías. Cuando no dejas de tejer el tiempo, hasta con un último hilo de vida. Sólo queda la costura del amor de un hilo infinito.


Alberto Real Borrueco

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Alberto Real Borrueco

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