2. Nuevo comienzo

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Ese mismo día, Harry envió una carta a Minerva McGonagall para reunirse. La directora del colegio no tardó nada en responder, citándolos una hora más tarde para hablar de lo sucedido. 

Dijo que sí, que no había ningún problema en que yo, Lily Luna Potter, empezara ese mismo curso en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Poniendo como única condición que, si no daba la talla, tendría que repetir el curso escolar el año que viene. 

Estaba ilusionada, demasiado a mi parecer. Tenía claro que no quería separarme de mis amigos y dedicaría todas las horas necesarias y más para poder continuar con ellos durante los siete años escolares. 

- Recordad que es de vital importancia que conectéis cada día - dijo el sanador Wrif cuando regresó. - Intentadlo hacer siempre a la misma hora; como mucho adelantar, pero nunca atrasar. 

- ¿Y si un día no podemos? - preguntó Ted rápidamente. - Lo digo por mi trabajo- se encogió de hombros. 

- Si ambos estáis bien de salud, calmados y sin dolor, no ocurrirá nada si os pasáis un par de horas - nos sonrió. - Vosotros mismos veréis como os va mejor. 

- ¿Los nervios pueden influenciar? - pregunté. 

- Sí, - asintió - pero sobre todo influye el dolor. 

La conexión no era difícil. Teníamos que sentarnos uno delante del otro, con las manos agarradas, mirándonos directamente a los ojos. No podíamos hablar, ni tampoco cambiar de posición. 

Al principio pensé que sería bastante pesado mantener esa postura durante media hora, pero estaba totalmente equivocada. El tiempo pasaba volando y mi cuerpo no se resentía para nada cuando nuestras miradas se enganchaban. 

La mañana siguiente nos dieron el alta en San Mungo recordándonos, otra vez, la importancia de las conexiones y descubrir el significado de la marca. 

Nos dirigimos a casa enseguida. Quería dormir en mi cama, estar con mis hermanos y pasar momentos con la familia Potter. 

Crucé las puertas con ansias, abrazando a James y Albus con fuerza. No les habían permitido visitarnos en San Mungo, ni tampoco les habían contado nada sobre el tema; los conocía suficiente como para saber que estaban ansiosos por saber. 

- ¿Te duele mucho? - preguntó Albus bastante preocupado. 

- No, ahora estoy perfecta - le ofrecí mi sonrisa más sincera. 

- Solo nos dolerá cuando creemos otra marca, Al' - aclaró Ted. 

- ¿Marca? - James nos miró confundidos. 

Se lo contamos todo, desde el motivo por el cual habíamos desarrollado la maldición, hasta el repentino inicio en la escuela. James me prometió que me enseñaría todas las bromas que pudiera y más; Albus prometió a mis padres que eso no sería así. 

Hablamos durante horas y horas sobre el tema, ayudándome a escribir a mis amigos y familia todo lo ocurrido mientras mis padres nos miraban abrazados desde el sofá. 

Decidimos, después de suplicar a Harry y Ginny, que la mañana siguiente iríamos al Callejón Diagon todos juntos a comprar el material, ropa y libros necesarios. Estaba ansiosa, deseando tener mi varita, probarme el uniforme del colegio y tener todo el material. 

·oOo·

Desde que acompañé a James por primera vez a la andana 9 ¾, supe que su destino iba a ser un lugar mágico.

El uno de septiembre era un día emocionante: algunos se reunían con sus amigos con grandes sonrisas, otros intentaban no llorar por la partida y, otros, miraban el tren con asombro y miedo al mismo tiempo. 

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