41. Tren

311 24 4
                                    

Alice corrió mis cortinas dejando entrar el reflejo del sol.

- Levántate – murmuró contenta. – Quiero llegar cuanto antes al comedor.

- Tengo sueño – contesté.

- Me da igual, levántate.

- ¿Por qué tengo que ir? No van a escogerme.

- Pero a tus mejores amigos seguro que sí – se sentó a mi lado de un salto. – Soy una alumna ejemplar, me porto muy bien, siempre entrego las tareas y saco buenas notas; bueno, no tanto como tú y Hugo, pero casi. Por esa razón y muchas más, estoy segura de que dirán mi nombre hoy.

- Opino lo mismo – le ofrecí una gran sonrisa. – Solo porque quiero pasar mis últimas horas con vosotros, me levantaré.

- Oh, que bonito – me abrazó. – Yo también te quiero.

Nos levantamos entre risas empezándonos a cambiar el pijama, poniéndonos el uniforme antes de coger el neceser y dirigirnos al baño de nuestra sala común.

Veinte minutos más tarde, salíamos por el retrato de la Dama la Gorda dirigiéndonos, junto a Hugo, al gran comedor.

- Estoy un poco nervioso – comentó el pelirrojo sentándose en nuestra mesa. - ¿Creéis que van a tardar mucho en decirlo?

- No lo creo – Roxy se unió a la conversación. – Creo que no falta nadie, ¿no creéis?

Miré a mi alrededor, estaba completamente lleno y, con toda sinceridad, nunca lo había visto así en los desayunos.

- Buenos días, alumnos de Hogwarts – la directora McGonagall captó la atención de todos haciendo que se anularan los murmullos. – Puedo asegurar que es la primera vez en todos los años como profesora y directora en esta escuela que todos los alumnos se levantan tan temprano para desayunar.

- ¿Le parece extraño? – preguntó en voz baja Alice. – Después de la noticia de ayer, pues normal que estemos todos aquí, ¿no?

- ¡¿Cuándo nos diréis quiénes son los seleccionados?! – gritó un chico de la mesa de Ravenclaw poniéndose de pie.

- Pronto, señor Brince – la mirada de advertencia de Minerva lo hizo sentarse avergonzado. – Antes, pero, desayunemos.

La comida apareció a los pocos segundos, permitiéndome empezar a comer.

- ¿Cómo pueden hacernos esto?

- ¿El qué? – pregunté confundida.

- Hacrns esprar – Hugo estaba indignado, pero no dejaba de comer.

- Tranquilos, estoy segurísima de que os han escogido – les sonreí.

- Ya, bueno, - murmuró Alice – prefiero que digan mi nombre de una vez para estar más tranquila.

Veinte minutos más tarde la directora dejó su servilleta encima de la mesa terminando con su desayuno, se miró a mi padre y tía haciéndoles un movimiento de cabeza para que se levantasen, haciendo que todos los alumnos se tensaran otra vez.

- Buenos días a todos, alumnos – Hermione carraspeó. – Queríamos daros las gracias por la participación en el torneo; habéis sido muchos los que ayer lanzasteis vuestro nombre en el fuego.

- Como ya sabéis, pero, - continuó mi padre – solo unos pocos tendrán el privilegio de poder disfrutar de esta experiencia.

- Cuando se acabó el periodo de inscripción, nos reunimos con todos los profesores del colegio para evaluar cada candidatura – explicó la castaña. – Se han tenido en cuenta diferentes aspectos como las cualificaciones y actitud en el colegio, entre otras, obteniendo así a los veinte seleccionados.

EmpremtaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora