17. Partido

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Por fin llegó el día en que Gryffindor y Slytherin se veían las caras en el terreno de juego, siendo el último partido del año y el más esperado para toda la afición. 

Nos levantamos temprano para ir los tres hacía el gran comedor a desayunar. Durante todo el trayecto pudimos ver que los alumnos se habían posicionado en una u otra casa y, cuando nos topábamos con alguien, nos animaban a jugar. 

El hecho de jugar contra Slytherin ya ponía dificultad en el asunto, pero, además, teníamos que sumar el mal tiempo que acechaba. Al ser la segunda semana de diciembre, los terrenos estaban repletos de nieve y, como consecuencia, el frío reinaba en el lugar.

- Pero mira a quien tenemos aquí – la voz de mi hermano mediano nos sorprendió cuando entrabamos en el gran comedor.

- ¿Preparados para el gran partido? – preguntó Scorpius levantando varias veces ambas cejas.

- ¿Preparados para perder? – preguntó Alice con una seguridad que nunca le había visto.

- ¡Ja! – el azabache la rodeó por los hombros. – Te lo tienes muy creído, ¿no, rubia?

- Demasiado – dijo levantando la cabeza orgullosa.

- ¿Vamos a desayunar o qué? – preguntó Hugo un poco impaciente. – No es por nada, pero muero de hambre.

- Vamos, va – el hambre Weasley siempre acechaba; era divertido ver que casi todos éramos iguales. - ¿Venís con nosotros?

- No sé si estará muy bien visto que los leones y las serpientes se junten antes de un partido – contestó Albus rascándose la nuca.

- Tonterías, hombre – una sonrisa travesía apareció en los labios del rubio platino. – Si no les gusta, que no miren. 

Empezamos a caminar hacia la mesa Gryffindor entre risas, pero una mano en mi hombro me hizo quedarme al final.

- Por cierto, Lil' – empezó Scorpius con una media sonrisa – finalmente mi madre y yo hemos convencido a papá para poder pasar la navidad con vosotros.

- ¿De verdad? – la alegría me inundó ampliamente, haciéndome abrazarlo con fuerza. – Después del partido enviaré a Hedwig a mis padres para que se lo comuniquen a los abuelos.

- El problema es... - dijo removiéndose el pelo.

- ¿Hay un problema? – pregunté incrédula. 

Pensé que el verdadero problema había sido su padre, ya que fue difícil de convencer.

- Albus tiene muchas ganas de quedarse este año en el castillo – dijo sin muchas ganas. – Es el primer año que podemos ir al baile de navidad y realmente le hacía mucha ilusión ir.

- Si le cuentas el motivo por el cual quieres pasar las vacaciones de navidad en casa, él lo entenderá perfectamente – intenté calmarlo con una sonrisa tierna.

- Cierto, tienes razón.

- Casi siempre la tengo – le saqué la lengua haciéndole reír y, sin esperármelo, me cogió de la mano para dirigirnos hacia mis dos amigos y hermano. 

Comimos tranquilamente entre risas, intentando no hablar del partido y haciendo caso omiso a todos los cuchicheos que podíamos oír. Era bastante enfermizo que algunas personas creyeran que por pertenecer a distintas casas, no se podía mantener una conversación larga, entablar una amistad o simplemente comer en la misma mesa. 

Una tontería, vamos.

Una vez terminado, nos dirigimos hacia el campo de quidditch para encontrarnos con nuestros respectivos equipos en el vestuario. Los nervios volvieron más fuertes que nunca, pero tenía la esperanza de que las palabras de James y Fred me tranquilizaran.

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