28. Disculpas

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Todos mirábamos a Fleur bastante desconcertados hasta que Bill avanzó unos pasos encarándose con su mujer.

- ¿Qué estás haciendo aquí? – repitió serio.

- Solo quiego hablag con mi familia; cgeo que necesitamos aclagag las cosas, no es bueno estag sepagados.

- Eso te lo dije yo antes de que me echaras de casa.

- Pog eso estoy aquí hoy, paga aclagag todo lo del pasado y pedig disculpas – le ofreció una sonrisa.

La abuela Molly se levantó de su sillón bastante nerviosa, ofreciéndonos sitio en la mesa para poder hablar más cómodamente mientras ella sacaba bebidas.

- ¡Lily! – gritó Dominique entrando por la chimenea. – Ya tengo tu escoba, vamos a jugar un parti... ¿Mamá?

- Bonjour bébé.

- ¿Qué haces aquí? – preguntó en un hilo de voz.

- Quiere explicarnos todo lo sucedido – dijo Molly II cruzándose de brazos.

Fui sigilosamente hasta Dominique para cogerle mi escoba.

- Voy a guardarla arriba – susurré.

La soltó sin apartar la vista de su madre. Subí todo lo rápido que pude las escaleras de la Madriguera hasta llegar a la antigua habitación de Ginny.

- ¿No quieres jugar? – di un salto al oír la voz. - ¿Estás bien, Lilu?

- Sí, me he asustado, no te esperaba aquí.

- Estaba en el baño y te he visto subir corriendo. ¿No quieres jugar un partido?

- Tía Fleur está abajo.

- ¿Qué? – el metamorfomago se tensó de golpe.

- Dice que quiere hablar y aclarar las cosas. 

Teddy me extendió su mano, la cual cogí rápidamente, para bajar hacia el comedor con todos los adultos. Cuando llegamos, un silencio sepulcral invadió la sala, Ted cogió la única silla libre y la colocó al lado de su novia; se sentó sin decir palabra, ofreciéndome un sitio en su regazo.

- Buenas noches, Ted. Un placeg volveg a vegte.

- Hola, Fleur, ¿a qué debemos tu presencia? – preguntó estrechando su agarre en mi cintura.

- Veo que has cambiado tú colog de pelo a tugquesa; me gusta, pero no sé si a Victoire le hagá mucha ggacia – dijo en una risa intentando romper el hielo.

- No creo que la opinión de Vic tenga que influir en las decisiones de Ted – sentenció Molly II. - Dom podría decirle algo, cómo su actual novia que es, pero la última palabra siempre la tiene Teddy. 

- Molly, no te metas, por favor – susurró Audrey.

- No dejaré que hagan más daño a mis primos, ya fue suficiente hace dos años. 

Molly II, la cual estaba sentada a mi izquierda, me cogió la mano sin dejar de observar a nuestra tía francesa.

- ¿A qué has venido, maman?

- No sabía que Ted y Vic habían dejado su gelación – se miró intensamente al metamorfomago y después a mí. - ¿Has encontgado a otra pegsona que te cuide mejog que mi pegfecta hija?

- La verdad es que sí.

- ¿Esa mujer no escucha? - preguntó en un susurro Molly II haciéndome reír un poco.

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