Capítulo 24

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Toda sensación surgida en el transcurso de los apasionados momentos vividos,  a tan sólo escasos instantes hizo que Ellen confundida, ansiosa, pero sobretodo, nerviosa, debido a no recordar cómo ni cuando es que ella tuvo una cita con Albert, y cómo era que él amaneció en calzoncillos en su cama y sobre ella. Ella debía de admitir que ese encuentro inesperado y misterioso sembró nuevas sensaciones en su tranquila vida, acababa de entregársele a un casi desconocido. ¿Estaba más que expuesta, estaba completamente desnuda? 

-¡Oh, por Dios! pero si...siiii e...es...sss... ¿estoy completamente desnuda? -chillo Ellen, jalando a toda prisa la sabana para intentar cubrir su desnudez.

-¡No lo hagas!, -le rogó Albert subiéndose a su pecho y mirándola directamente a los ojos. Y volvió a besarla, esperando que eso la relajara, aunque su inquietud no le daba tregua. 

Albert siguió besando su cuello, perdiéndose en una vorágine de sensaciones que lo fundían a ella, la sintió tensa. ¿aterrada?, era evidente que ella experimentaba su primera vez y con él. Albert lo notó al penetrarla, pero no dijo nada, pues el arrebato pasional le ganó, pero era consciente de aquello. Eso hacía que el momento se volviera más que especial. Ella era única, y era completamente suya. Albert le sonrió y con una voz bastante grave y varonil le hizo saber que él se sentía más que atraído por ella.

Y sin esperar nada Albert la besó castamente, contorneando sus labios, pero segundos después no pudo  contenerse  y sin proponérselo empezó a aumentar poco a poco la intensidad de sus besos, parecía que con aquella intensidad Ellen se había como desconectado de la realidad, no sabía si se encontraba soñando o realmente estaba viviendo cada minuto, siendo devorada por la intensidad y fogosidad de Albert.

Era la primera vez que Albert pudo tener a Ellen a su entera disposición y cercanía para poder observar sus delicados labios entreabiertos, su rostro, sus ojos y verla completamente desnuda para él, ¿es que acaso podría haber algo más sublime que ella? Si existía a él ya no le importaba, pues había encontrado a su justa medida a la mujer que lo hizo vibrar. Él quería observarse en sus ojos, en ese inmenso mar azul, pero ella aún se mostraba cohibida, parecía que hubiera perdido el habla.

-¿Quieres que lo hagamos de nuevo? le decía Albert masajeando uno de sus senos mientras que su otra mano bajaba hacia su botón mágico.

Ellen no sabía qué fue lo que le quiso decir Albert, no sabía qué era lo que le pasaba, solo bajó los párpados asintiendo, sin saber a ciencia cierta qué era lo que harían otra vez, era como si su cerebro se mantuviera en off. Albert sonrió, la tomó entre sus brazos y la sentó sobre su vientre, quería observarla mejor, leer en ella cada detalle, era como si él se tomara su tiempo para que ella pudiera tener una iniciación a un mundo más pasional, el mismo, que él estaba dispuesto a mostrarle con todas y sus variantes. Y al verla tímida tomó la base de su miembro y lo guió hacia su entrada, la cual estaba más que lista para él. Y aunque Ellen aún tenía algunas ligeras molestias producto de su primera vez, se dejó penetrar una vez más por Albert y está segunda vez pudo distinguir una especie de conexión más íntima que la fusionaba a Albert, Ellen se sentía inexperta, nerviosa y torpe en esa posición, además de alguna manera estaba más expuesta. No sabía bien que hacer. Pero la mirada y sonrisa de Albert le indicaban que debía mecerse hacia adelante en un vaivén lento. Hasta que de un impulso Albert la sorprendió cogiéndole el trasero y amasándolo de modo rítmico y sin decir una sola palabra eso fue suficiente indicación para que ella cogiera el ritmo adecuado. El mismo que se fue incrementando hasta hacer mecer sus senos de arriba hacia abajo frenéticamente. Y antes que se agotara, Albert habilmente la giró sin sacar su miembro dejándola boca abajo. Y empezó a penetrarla con más fuerza dejando un reguero de caricias por su espalda y nalgas para excitarla aún más.

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