Capítulo 4

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     Ese día Ellen despertó a las seis y treinta de la mañana, tenía que asistir a una importante entrevista de trabajo, donde por fin la habían llamado de entre tantos lugares a donde intentó presentarse. A pesar que no sabía cocinar como realmente se debe, ella se arriesgó a presentarse como ayudante de cocina. Así que después de una encantadora charla con Ernesto, su vecino, durante el desayuno. Ellen salió muy temprano rumbo a dicha entrevista de trabajo.


     Ernesto, le había dado cien mil consejos referentes a lo que debía hacer una ayudante de cocina, incluso durante el desayuno le enseñó el nombre de algunos utensilios de cocina, le indicó cuáles eran los ingredientes que suelen utilizarse en un restaurante, le habló de mil cosas. Pero aunque Ellen era habilidosa y ponía mucho esmero, difícilmente recordaba todas las cien mil cosas que acababa de escuchar de boca de Ernesto.


     Al llegar al establecimiento fue atendida por un apuesto hombre joven que aparentaba tener la edad de ella. De alguna manera tenía suerte, pues de las once mujeres que asistieron a la entrevista ella era la más hermosa y joven de todas. Y debía de admitir que pensó que ya no la llamarían, que probablemente el puesto ya hubiese quedado cubierto por otra persona, pero para su gran suerte no fue así, por lo que la gran posibilidad de obtener un empleo, que tanto deseaba, estaba ahí, frente a ella y no estaba dispuesta a dejarlo pasar. 


     —Buenos días soy Ellen Borgoña, tengo una cita con Bazán. Disculpe mi ignorancia pero por telefóno no me indicaron si Bazán es un ella o un él. —Pronunció Ellen con voz segura y sin titubear. La mujer de su derecha la miró con desdén, pero ella no se dejó amedrentar, por lo que le sostuvo la mirada hasta que le dió la gana. Y ni hablar de la mujer de la izquierda, la miraba despectivamente. Por otro lado, el muchacho a cargo de guiar a las candidatas no le quitaba los ojos de encima, hasta que en un descuido se acercó para darle una tarjetita celeste. En ella estaba escrito: "Ten confianza, seguro eres la indicada".


     Ellen empezó a ver ingresar una a una las posibles candidatas a ayudantes, ella de todas las presentes sólo se inclinó a ver las manos de las mujeres de la cola, salvo cuatro se notaba que tenían unas manos dedicadas al trabajo, mientras que el resto presentaba uñas bien cuidadas. Por lo que tuvo más confianza y tranquilidad.


     Al llegar su turno, Ellen vió que el lugar era bastante limpio, con una cocina bastante grande y bien cuidada, con una gran mesa metálica al centro, a modo de isla, y con infinidad de gavetas y cajones. Había sin duda un gran número de utensilios, ollas de diferentes formas y tamaños, e infinidad de modelos de cubiertos. Sin duda para una amante de la cocina eso sería un paraíso, pero no para ella. Y como diría Superman: "¿Por qué no ir más allá y ser mejor de lo que puedes ser?"


     La entrevista no fue cosa de otro mundo, simplemente le preguntaron si sabía de cocina, y ella dijo que sí, porque después de la clase introductoria que le diera Ernesto, nada parecía tan fuera de contexto. El señor Bazán le dijo que le veía con buen aura y con cara de ser buena persona y eso era algo importante en el momento de contratar a alguien, pues de nada sirve saber mucho cuando hay mala actitud. A Ellen le llamó mucho la atención, que el hombre que la entrevistara vistiera completamente de blanco, por ello ella le preguntó si ahí le darían uniforme o ella tendría que adquirirlo. Con ello se ganó una sonrisa amable del hombre. Debido a que ninguna otra de las aspirantes preguntó esto antes. Y para lo que Ellen consideró una curiosidad para el hombre significaba que su aspirante pensaba en la pulcritud del trabajo.

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