Epílogo (Parte II)

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     Las horas iban pasando y no había nada, ...ninguna noticia de Ellen ni de los niños. Regresar al departamento era absurdo, los guardias de seguridad habían confirmado que Ellen no se encontraba en casa desde las mañana en la que había salido con los tres niños. 

     Albert no tenía más que decir; sólo colgó el teléfono con el corazón hecho pedacitos, se dejó caer de rodillas en medio de los escombros y lanzó un gritó que sobresaltó a los bomberos que se encontraban en el área. Era un grito de frustración, ...de miedo, ...de impotencia, ...de dolor y desolación... Sin Ellen y sin sus hijos él era sólo un puñado de carne vacío... 

     Volvió a caminar por los mismos pasos ya recorridos buscando entre los escombros algo. Algún indicio que le dijera que ella estaba bien, aunque sus ojos ya estaban anegados de lágrimas que lo aferraban al amor. Ellen tenía que estar viva... Lo sentía. Él y Ellen eran dos en uno y su corazón le decía que ella estaba en algún lugar. Prefería que ella estuviera en otra parte o que por último este prisionera de la imbécil de Leticia, pero viva... porque el quería aferrarse a esa esperanza y no encontrarse con el cadáver de todos sus sueños. 

    —¿Señor le pasó algo? —Pregunta preocupado el bombero que llega cerca a Albert y lo encuentra arrodillado y cubriéndose el rostro con ambas manos, ocultando sus ojos anegados de lágrimas y un dolor inmenso que lo había sumido en una burbuja estática de energía, en donde ni las palabras ni nada importan, pues para Albert todo a su alrededor dejó de tener sentido, el mundo y sus elementos hasta transformarse en un ser marchito.

     Los minutos pasaron como si el tiempo se hubiera detenido, mientras el bombero no pudo hacer ningún comentario al ver como el inmenso hombre yacía arrodillado en el piso como petrificado, parecía que su cuerpo estuviera inerte para los ojos ingenuos de cualquier espectador, pero en su interior Albert estaba como un autómata hilando posibles lugares y circunstancias que pudieron haber envuelto a Ellen en un secuestro junto a los niños o en su defecto albergaba la esperanza de hallarla en algún punto lejano del lugar del siniestro. Sin embargo, su celular hallado en el piso minutos antes lo llevaba nuevamente ante la hipótesis del secuestro.

.............

Leticia corría en medio de unas calles que empezaban a oscurecer tratando de esconder con una mano la mitad de su cara, para de este modo ocultar una quemadura que cubría casi el 45 por ciento del lado derecho de su rostro, iba en total estado de ebriedad y con los ojos enrojecidos. Pero con una sonrisa siniestra que dejaba  percibir venganza, celos y ...¿diversión?. Sin embargo no deja de ser una psicópata que empieza a tener necesidad de asesinar.

     Leticia en estos últimos meses al ver que su belleza se había marchitado con ese rostro dañado. Producto de aquel hombre que la marcó sin razón inició un apetito voraz por aniquilar a los hombres que la rodean. Pero sobretodo buscaba quitarle a Albert esa sonrisa y mirada que tenía sólo de saberse padre y de saberse amado por esa mujer que con su sola presencia le calcinaba el ánimo.

   Leticia en los últimos tiempos había andado con todo tipo de psicópatas y delincuentes. De quienes había aprendido a matar  macabramente con  frialdad. Usando explosivos, zumbadores eléctricos manuales de alto voltaje. En otras ocasiones había tomado parte en el uso de armas que tenía a mano. Para Leticia la venganza contra la felicidad de Albert era una táctica vital.

      El rencor acumulado durante mucho tiempo fue uno de los factores que hicieron que Leticia desencadenara una depresión fuerte; pues ella se había enamorado y obsesionado con obtener a Albert a como diera lugar. Se sabe que la ira estancada constituye uno de los pilares básicos de la depresión y esquizofrenia que empezaba a hacerla cada día más violenta e impredecible. 

A FAVOR DEL AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora