Capítulo 42

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—¡Cincuenta y tres hombres y solo me dicen que se les escurrieron!, que no tienen a ninguno, ¿Qué clase de mierdas son un ustedes?, ¡no sirven para nada!-decía Leticia furiosa colgando la llamada.

riiiiiiiing riiiiiiiing... riiiiiing riiiiiingg

—¿Aló?

—....

—¡No estoy interesada!

—...

—No, y ni venga por aquí. Estoy muy molesta con su desempeño.

—....

—Haga lo que quiera, pero recuerda que tengo su grabación, y es su palabra contra la mía....

—...

—¡No me interesa!.

—...

—La misión era simple; matabas a la perra y me traías a ese hombre, sencillo, y más si te hacías pasar por cliente como te dije. Pero, ¡No! tenías que querer jugar al secuestrador y ponerlo sobre alerta, ¡eres un imbécil!.

—...

—¡No! ... los otros dos imbéciles me importan un carajo. Yo quiero a Albert Contreras.

—...

—¡De ninguna manera!, a tu competencia ya la mandé a la mierda, no me explico por qué tanta bobada. Lo único que han hecho par de imbéciles es alertar a prensa, FBI y policía d todo el país.

—...

—Solo desaparece y no me llames, este número acaba de expirar con tu llamada.

.........

—Señorita Lucero podría ser tan amable de no ser tan tosca, ni tan mala leche, la verdad, es que quiero poder sentarme después que acabe de ensartarme ese arpón en mi sexi trasero

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—Señorita Lucero podría ser tan amable de no ser tan tosca, ni tan mala leche, la verdad, es que quiero poder sentarme después que acabe de ensartarme ese arpón en mi sexi trasero.

—Si que eres un exagerado, mira es apena una aguja chica, y la más delgada sabiendo tu pánico hacia las agujas. —comenta Lucero mostrándole la jeringa con la aguja hipodérmica con la que lo inyectará en breve.

—¡Eso suena a amenaza!

—Puedes dejar de quejarte, darte la vuelta, y mostrarme la nalga.

—¡Ehh!... ¿sabías que eres la primera mujer que me ve como un trozo de carne apetecible?

—Oh, ¿que te crees? No eres el último hombre vivo sobre la faz de la tierra, así que descúbrete esa nalga que estamos perdiendo el tiempo ¿si?.

—Peroo ... ¿así nomas y sin preámbulos?

¿Sabes que me desesperas?, sólo volteate ¿si? —dice Lucero apartando un lado de la bata y descubriendo la espalda completa de Silvio para inyectar su nalga después de una fuerte nalgada, y así evitar que Silvio se de cuenta del preciso instante en el que ella enterraba la aguja hipodérmica en su nalga, para vaciar el contenido lentamente.

A FAVOR DEL AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora