El ruido de la música hip hop en casa de Ellen le ponía los pelos de punta a un Albert acostumbrado a música de cámara, ritmos lentos, bueno también le entraba al jazz y al rock clásico, pero una noche en medio de perreos y ritmos raros no entraba en su cabeza hasta que en medio de brindis y de más brindis y cotilleos sólo escuchaba el ruido de sus conversaciones entre las risas de Silvio y Marcelo.
-El día por la mañana ha sido muy ajetreado y el bombón de Albert me envió por unos documentos al bufete, para que después pudiera él entregárselos a Leticia pero me demoré, porque en el camino me encontré con la hija de Claudia y me retuvo con su tierna sonrisa. Y como soy un buen samaritano escuche lo que quiso decirme. ¿Y qué crees? me llama mi bombón latino para decirme que siempre ya no quiere los documentos.- Se queja Silvio. -¡No es justo! pude haber tenido una cita con esa peliroja de botella y mirenme aquí con mi sexi bombón y mi cheffcito calentón.
-No te quejes Silvio, hubieses quedado para más tarde, imagino le sacaste el número de su celular al menos. -Le decía Marcelo.
-Claro nene, por quién me tomas. -fanfarroneaba Silvio, mostrando un pedacito de papel que sacaba de su bolsillo.
-Mira, amigo, ven conmigo un par de días completitos y te darás cuenta que te vuelves un experto en ligues. -Comentaba Marcelo abrazando a Silvio.
-Me estas animando, creo que te tomaré la palabra, no por las clases, sino por las nenorras con las que imagino me darás las clases. Tu sólo dime la hora, y estoy más que apuntado, creo que faltare un par de días al bufete necesito desestresarme de la rutina del trabajo, y de mi aburrido y demandante jefecito.
-Dejénse de babosadas los dos, y tú Marcelo, ya no sé que hacer contigo, ¿no te das cuenta que estas echando a perder más a Silvio?, dame una razón para no despedirte, pide Albert mientras poco a poco se va sentando en una silla frente a la piscina con el ceño fruncido, con un dedo acomodándose la montura de sus anteojos.
-Te tengo una razón muy sencilla, cabrón, yo no trabajo para ti, y nunca lo haré. -respondía con sorna Marcelo, ganándose una mirada de reprobación de Albert.
-Parecen nenas a punto de arañarse, por lo visto el único cuerdo soy yo. Se ufanaba Silvio mientras continuaba bebiendo de su vaso con mucha parsimonia.
-Un momentito el único cuerdo y más listo soy yo, decía Marcelo. Es que acaso no se han visto, ¿quien los saca de los problemas?: Marcelo, ¿a quién acuden cuando les aqueja algo?: a Marcelo, ¿quién los saca de apapacha cuando están tristes?: Marcelo,... ¿quieren que siga?, porque tengo una lista bastante larga. Además, quién de todos puede pararse en un pie y con los brazos abiertos y elevando un copa llena en ambos brazos,-Decía Marcelo parándose para ejemplificar la postura, que acababa de proponer, a sus dos ebrios amigos.
Ya se habían terminado las cervezas, el vino e iban por su segunda y última botella de pisco. Después de casi cuatro horas de beber Silvio estaba mareado, aunque consciente, sin embargo Albert estaba mucho más que perdido, había bajado a su departamento para subir al penthouse su clarinete y tocar su solo de Godfather a pedido de Marcelo, pero con lo mareado que se encontraba bajo por el lado derecho del penthouse, osea por el lado que lo llevaba al departamento de Ellen. Por ello cuando introdujo la llave de la puerta a la chapa esta no se abría, y pensando que eso era broma de Silvio de un solo empujón abrió la puerta, y se introdujo al departamento, encontrándose en la habitación a una Ellen que se había quedado dormida con el volumen alto de su equipo de sonido, motivo por el que no escuchó a Albert azotar la puerta del dormitorio al ingresar ni mucho menos tirar la puerta de ingreso con otro golpe.
Verla acostada con sus cabellos tirados hacia un lado dejando su hermoso rostro descubierto en aquella cama lo hizo paralizarse. Por unos instantes creyó que Ellen se había introducido a su habitación para esperarlo. Eso lo molestó mucho y se frunció. Pero viendo que ella estaba en camisón y que la cama y paredes eran en tonos melón y rosa, pudo entender que el intruso era él y no ella. Y todo atisbo de molestia cambio por el de vergüenza. No podía creer que él fuese capaz de proceder de esa manera. Miró hacia la puerta y empezó a retroceder, pero antes de marcharse regresó hasta el pie de la cama y sin pensar más se agachó y le robó un beso a Ellen. Ese beso fue suficiente aliciente para armarse de valor e irse de la misma forma que ingresó. Albert intentó cerrar la puerta de ingreso pero no pudo cerrarla muy bien. Y sólo la juntó del mejor modo que pudo. Dió la vuelta e ingresó a su departamento y sacó su instrumento para subir al penthouse y dar un concierto de Godfather a sus amigos, estaba más que contento, tocó una y otra vez, luego tocó otras melodías más románticas, parecía que tocaba para ella. En realidad sólo Albert sabía que tocaba para ella, se lució y transportó a la habitación del departamento del cuarto piso, imaginándola.
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A FAVOR DEL AMOR
LosoweUn hombre muy versado es aquel que es muy instruído en varias materias o muchos conocimientos, así es Albert, un hombre bastante alto. ¿Cuánto? 1.97cm. Todo un hombre de letras y artes que vivía holgadamente en una rutina constante, intentando escr...