Desde que llegó a la subsecretaría del poder judicial, donde debía presentarse cada día, este día lo había hecho con una falda ceñida a su cuerpo, en color negra y una blusa amarilla bastante llamativa como para usarse en este lugar, un collar negro y zapatos a juego. Era el lugar menos pensado para sus últimos encuentros con un hombre de cabellera oscura.
Ella nunca supo su nombre aunque pensó que se llamaba algo así como Roussenther o algo impronunciable, para nada le interesó averiguarlo, sólo sabía que debía sacarle la corbata a tirones y bajarle los pantalones y empezar a chupársela salvajemente.
Se dejó besuquear entera y permitió que el la enloqueciera recorriéndola de palmo a palmo sin penetrarla pues por sus paredes internas habían tantos nombres grabados de los cuales ninguno había significado nada para ella, pero permitió que dos de sus dedos la enloquecieran hasta hacerla gritar, hasta derramar la más exquisita miel, con un aroma tan refinado y propio de su rítmico vaivén. Además por tanto dejarse palmotear tenía las nalgas enronchecidas de placer. Finalmente el la cogió del cabello chupandole las tetas, haciéndole el mejor oral de la vida y cuando la penetró, Roussenther pudo sentir como una fuerza tan abrupta en su coño podía exprimirlo hasta hacerlo ver las más alucinantes estrellas, pero en el momento preciso ella solo pudo decir: "Albert rompeme el culo". Así que el hombre enfurecido salió de ella y la tiró al suelo con rudeza, golpeándola al caer, contra la mesita del recibidor de su oficina.
—¡Vistete perra!... Es una lástima que tengas una boca tan estúpida.
—¡Te lo dije! ... contigo y con cualquiera ... solo polvo casual, yo sólo tengo un deseo que sólo se apagará el dia que Albert apague mi sed con su cuerpo.
—Esto es para que se lo lleves al 309 de Javier Prado y ve en vestido y sin interiores, así le facilitas el trabajo de sacártelos. Yo voy a ver como anda esto. —Comenta el hombre de cabellos negros colocando una laptop sobre su escritorio mientras se terminaba de abrocharse los botones rápidamente.
—¿No te parece exagerado movilizar a tantos hombres para silenciar a un imbécil? —hablaba Leticia con el ceño fruncido, tratando de mantener la calma frente al hombre de cabellos oscuros, piel pálida, rostro fino, medianamente atractivo, pero que con sus elegantes vestimentas ayudaban a levantar la atención en él. Un traje negro e impecable sin ninguna arruga, ataviado de unos gemelos y su inseparable pañuelo y camisa blanca.
—Tranquila, todo está marchando bien. Te dije que lo dejaras en mis manos, ¡todo marcha de maravillas preciosa! — Comenta el hombre de cabellos oscuros.
—Ya hablé con tu hombre, una falla más y tú y tu organización se van a la mierda.
—Los tenemos donde queremos, pero no podemos hacer movimientos que delaten la organización, tu padre fue claro y precisó que no quería muerto a Albert Contreras, él pidió que te lo entregáramos envuelto y con moño incluído. Y así será. Aunque no le veo la gracia a ese ... es un cretino incorruptible.
—Será lo que quieras pero tiene lo que yo quiero. Y si sabe que estoy implicada no tendré oportunidad con él. Lo sabes bien. —Exponía Leticia, comiéndose su cólera, pues la organización a la que ella tenía que continuar obedeciendo por disposición de su padre la obligaba a ingresar información a los nuevos integrantes corruptos del ministerio de justicia. Y sólo obedecía porque recibía muy buen dinero, y más si satisfacían sus apetitos sexuales.
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Los últimos 6 meses el narcotráfico y el tráfico de armas había podrido las más altas esferas del poder judicial del país a base de favores y ofrecimientos de cuantiosas sumas de dinero nada desdeñables a los cargos más elevados. Además de una sistematizada red de sobornos en los lugares estratégicos del gobierno. Por otro lado Leticia no estaba dispuesta a trabajar y ganarse con el sudor de su frente nada. No. Ella quería una vida de despilfarros, fiestas, sexo salvaje con Albert y seguir viviendo en media de esa burbuja que desde siempre la envolvió. Por ello la organización pudo envolver fácilmente a Leticia. Y ella por su lado fantaseaba que si Albert, llegado el momento, gozara de una vida de despilfarros, desenfrenos de toda índole con ella, él podría aceptar ese estilo de vida. Apelando que Albert la quería, a su manera, pero que la quería... Pues algunas veces que coincidieron, ella usando trajes provocativos lo había cogido observando sus curvas perfectas. Las mismas que agradecía haber heredado de su madre y toda su ascendencia italiana. Y eso no era todo, él la había defendido en el juicio absolviendo de todo cargo y había impedido que le arrebataran lo que su padre había construído para ella. Albert, era el hombre que ella deseó desde su adolescencia, el único en el que aún no pudo poner sus manos en su miembro. Ella había puesto su mirada en él, y lo deseaba para ella, así tuviera que poseerlo drogado. Y si tenía que obtener a Silvio y a Marcelo para cazar a Albert, ella estaba dispuesta a ello. Después de todo los tres eran hombres atractivos y con un cuerpo bastante apetecible.
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A FAVOR DEL AMOR
RandomUn hombre muy versado es aquel que es muy instruído en varias materias o muchos conocimientos, así es Albert, un hombre bastante alto. ¿Cuánto? 1.97cm. Todo un hombre de letras y artes que vivía holgadamente en una rutina constante, intentando escr...