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«La muerte es como la vida y el destino o el amor mismo: impredecibles.» Ésas fueron las palabras exactas que le dije a Sofía cuando estábamos en el hospital. Ahora, caminando hacia mi casa con el corazón latiéndome a mil por hora y con la piel de gallina por la noticia, siento que esas palabras han sido las más proféticas que he dicho en mis cortos diecisiete años de vida.
    Al llegar a casa ella también llegaba desde el otro extremo. El aire se convierte un poco más pesado y ya se empieza a sentir un poco de calor en el mismo aire. Corro hacia ella y le doy un abrazo mientras ella rompe a llorar desconsoladamente.
Yo lloro con ella.

De camino a su casa, Sofía no cruza demasiadas palabras conmigo. Cuando llegamos a la estación hospital vamos directamente hacia su casa. Su madre ya nos esperaba y nos montamos en el coche para irnos.
    No sé hacia dónde, pero no quiero dejar sola a Sofía en un momento tan fuerte. Y, lo que es increíble, yo lo conocí. Eso me hace parte de, incluso, su círculo de conocidos. Cuando llegamos, doña Ana se baja y nos pide que esperemos. Cuando llega, varios minutos después, nos dice que han identificado completamente el cuerpo y que, en efecto, es su espo... antiguo esposo.
    El cuerpo se lo entregarán mañana, para su proceso de velación y también de sepultura.
Según nos dice Ana, la causa de muerte fue un paro cardiaco fulminante. Me alegra que, al menos, no haya sufrido en sus últimos momentos de vida en la tierra.
    Nos vamos hacia su casa de nuevo y entramos en ella. Yo y Sofía nos vamos hacia su cuarto, y Ana se va al suyo. Cuando entramos, me siento en su cama, que tiene un tendido de color blanco. Ella es la que habla:
    —Era un padre excepcional. Lo amé. Y... Vaya... Creí que moriría primero que él. Creo que a veces mueren más rápido los sanos que los enfermos. —Ella caya y se sienta a mi lado. Se recuesta en mi hombro y le acaricio la cabeza mientras empieza a llorar de nuevo. Hago que me mire a la cara y le digo en el tono más tierno que puedo:
    —Que esto no te pare, Sofi. Tienes que seguir adelante. Trata de vivir por él. Cumple todo lo que le has prometido. Mejora por él. Avanza por él. Hazlo todo por él.
    Tal vez ella me haría caso a lo que le dijera. Tal vez no. Pero no importa.
Le acaricio las mejillas y le quito las lágrimas que le corren por las mejillas. La abrazo y se rostro descansa en mi hombro, llenándolo de sus lágrimas. Llamé a mis padres y les pedí que me dejaran estar con ella hasta el día de mañana. Cuando les conté el por qué accedieron sin más. 

Yo viviré en tiWhere stories live. Discover now