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Camilo había ido a su casa. Teníamos poco tiempo para ir y buscarle. Posiblemente ya se había ido de casa y estaba dándose a la fuga o cambiado de hogar, pues él vivía con la hermana de Sofi y era blanco fácil. Salimos del hospital corriendo e inmediatamente nos montamos en una patrulla. Tatiana quedó dormida después de tanto llorar por la pérdida de otro ser querido. Ya la noche estaba cerrada y sin nubes, pero con un viento gélido. Por radio el coronel llamó a varias patrullas más que iban de inmediato a la dirección que le habíamos dado. Faltaba poco tiempo antes de que hubiera más muertos...

En el hospital

Camilo, vestido de médico general, entra en la habitación donde se encuentra la que fue esposa de su padre. El mismo que le quitó la herencia que le correspondía para dársela a ese par de inservibles. No podía creerlo, y ahora tiene su venganza. Camina hacia donde está ella y la encuentra dormida, mejor, le hará todo mucho más fácil. Toma una jeringa que tiene llena hasta el tope, le tapa la boca y ésta abre los ojos de par en par por el susto, y al ver el rostro de su antiguo trabajador se revuelve en la camilla como puede. Él mira la jeringa llena de jabón líquido y se la inyecta en el cuello. A los cinco minutos Tatiana deja de moverse. Camilo la cubre con la manta y le desconecta de los equipos, que después apaga para que no emitan ruidos agudos indicando que el corazón de Tatiana se ha detenido. Después sale de la habitación y, después de caminar un poco, del hospital...

En el coche patrulla

—Coronel —empieza a decir Sofi—, ¿el ADN concuerda con el de Camilo?
    —Sí, Sofía. Tenemos que darle captura de inmediato. Sino, tu vida y la de tu madre corren grave peligro. —Y, con esto, seguimos mirando hacia delante. El coche patrulla, con sirenas encendidas, corta el aire y el tráfico hasta llegar a la casa antigua de la que fue hermana de Sofía. Cuando varios policías irrumpen en ella y, con armas en alto, mirar cada habitación, hacen gestos negativos. Un agente se acerca al coronel y dice con voz queda:
    —Está vacío mi coronel. No hay ni una mosca.
    —¡Maldita sea! —Y le da un golpe al muro—. ¡Debemos encontrarlo! ¡Todos a las patrullas, nos dirigimos al cuartel!
    Pero cuando ya todos estábamos en las patrullas y sólo faltaba que el coronel se subiera, vimos enfrente la figura de Camilo que, al vernos, salió corriendo, huyendo de su destino. Todos se bajaron de la patrulla y salieron corriendo tras él. Sofi y yo también corrimos, sin armas, pero con todas las ganas de detener a ese hijo de perra que ha vuelto la vida de Sofía un completo infierno en vida. Éste se da media vuelta y saca un arma de fuego de un bolsillo y empieza a disparar, hiriendo a un oficial que cae al piso tan fuerte que suena desde la distancia. Seguro a muerto, pues ya no se mueve. Los disparos siguen incesantes, y la policía responde de igual forma, pero Camilo se esconde detrás de un muro, donde las balas no pueden llegarlo. Se asoma por un lado y sigue disparando hacia nosotros, pero lastimosamente sin herir o matar a nadie más. Después el coronel mira hacia la derecha y la izquierda, donde tiene apostado a cinco oficiales en cada lado. Les hace señas y de a tres se abren paso por los costados, tratando de acorralarlo. Avanzan cabizbajos y con las armas en alto, apuntando al muro. Cuando ellos ya van llegando al muro por los lados solo se oye un disparo, y una luz proveniente del otro lado del muro. Cuando Sofi y yo corremos hacia allí y miramos donde estaba Camilo encontramos un reguero de sangre y de sesos. Camilo se ha disparado, volándose pedazos de cabeza y cerebro.

Yo viviré en tiWhere stories live. Discover now