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¿Nunca se han preguntado por qué existe la vida? ¿Por qué existe el amor? Para mí son preguntas importantes. Pero hay algo que me hizo sentir verdadero amor. Pero, ¿quién creó el amor? ¿Quién fue el verdadero genio de crear algo tan lindo? Claro, seguro piensas cosas que no pongo entre líneas; cuando hablo de amor, me refiero a los libros. La cosa más maravillosa creada.
    Sentado en mi cama, con el libro de Cementerio de animales en la mano, no lo gro concentrarme mientras veo aquella solicitud. ¿Por qué lo haría? ¿Sabía desde un principio que era yo el que estaba a su lado? Un sonido sale de mi computadora. Alguien me ha escrito. Ese alguien es Sofía.
    Sofía: Hola, José. ¿Estás ahí? ¿Hola?
    No sé si responderle o no. Después de verla con su novio lo único que pienso es saber por qué me dolió verla con él. Por qué sentí algo raro en mí al saber que se besaba con otra persona. Que la abrazaba otra persona. Pensando en esto, otro maldito recuerdo que me sabía lejano atenaza mi mente, volviendo a la superficie como burbuja que emerge de las mismas profundidades del océano...


En el hospital

Era de día, o en la tarde. En el hospital es difícil saberlo. Ella estaba dormida por varios sedantes que le habían puesto. Yo estaba sentado en mi camilla, moviendo los pies como un columpio adelantes y atrás.
    Yo acababa de llegar de mi tratamiento, y, hasta donde sabía, ella estaba a punto de salir porque había mejorado considerablemente. Me alegré bastante de ello, pero también sentí soledad por no volver a verla.
    Pero ese mismo día decidimos seguir con la lectura, ya que no llovía ni hacía un clima aterrador. Logramos llegar hasta la página 1002. ¡Este libro es genial! La puerta se mueve y la misma enfermera que nos ha estado atendiendo entra para revisar nuestros signos vitales y traernos el almuerzo.
     Comimos en medio de risas y una que otra papa salió disparada como balas a cada uno de nosotros. ¿Quién dice que no se puede jugar con la comida? Igual casi no comimos. Ese día no quería vomitar lo que entrara en mi estómago. Ella solo dejó un poco de arroz y sopa de brócoli. ¿A quién se le ocurre severa barbarie de hacer una sopa con esa cosa verde? ¡Qué apestoso olía! Yo me comí solo la ensalada. Después nos quedamos hablando, hasta que ella dijo:
    —¿Cuál es tu banda favorita?
    Nunca quise responder esa pregunta. Mi banda favorita es la misma de hace 7 años. Bueno, en realidad son dos. Pero una era de una serie de televisión que me encantó cuando era niño. ¡Se han burlado de mí por ello cada vez que lo digo! ¿Cómo salía de esta? No había escapatoria. Bajé mi cabeza y dijo en voz baja el nombre de la banda:
    —Mi banda favorita es Big Time Rush.
    —¿De la serie de Nickelodeon? —Pregunta ella con algo de risa en su voz.
    Maldita sea. Siempre pasa lo mismo. Así que recito el nombre de mi segunda banda:
    —Pero escucho hace más tiempo a Linkin Park. Es mi segunda banda favorita.
    —Vaya... Es un cambio grande de género...
    Ella suelta una risotada y yo pongo mis brazos en jarras, mirándola fijamente.
    —No te rías... ¿Cuáles son las tuyas?
    —Me gusta demasiado —empezó a decir ella— Ariana Grande y, curiosamente, Big Time Rush. También vi mucho sus programas.
    En ese momento se me salió una sonrisa, hablamos de BTR y hasta escuchamos su último álbum antes de su separación: 24/7. Cantamos sus canciones y nos reímos. Nos divertimos y hablamos de libros un poco. Luego, Sofía se levanta de la camilla donde estaba acostada, y se dirige hacia mí. No pude imaginar lo que iba a pasar:
    —Te quiero, José Jiménez. Gracias por hacerme sonreír y reír en este lugar de mierda.
    Y, al acabar, me abraza y me da un beso en mi mejilla. Yo, ajeno a este tipo de cosas hace un tiempo, me puse completamente rojo.

En mi habitación

Sofía: Hola, José. ¿Estás ahí? ¿Hola?
    El mensaje sigue allí y la solicitud sin aceptar. ¿Qué diantre debo hacer? Ella tiene novio, y seguro hablarle me haría sentir peor. Dirijo el ratón a la solicitud y dudo en si eliminarla o, tal vez, aceptarla.
    Click.
    Aceptada.
    Respondo el mensaje a los pocos segundos:
    Yo: Emmmm... Hola. ¿Cómo estás?
    Ella responde a los 26,8 segundos.
    Sofía: Pues, como siempre. ¿Y tú?
    Yo: Pues... Diría que igual, pero no me siento como siempre, realmente.
    Sofía: ¿Y eso? ¿Has recaído? ¿Qué tienes?
    «Me pasa que, al parecer, me gustas y me di cuenta de que tienes novio y mi corazón se ha roto como vaso al caer al piso desde un segundo piso, sus fragmentos desperdigados y sin manera de unirse», me hubiese gustado responderle, pero, al final, decido hacerle una pequeña mentira:
    Yo: Nada, solo que he salido al parque de noche y creo que atrapé una gripe.
    Sofía: Vaya... Lo lamento. Espero te cures.
    Yo: Nunca me voy a curar, Sofía. Y no hablo de la gripe, eso es lo menos por el momento.
    Sofía: ¿Podemos hacer video llamada? Me gustaría verte de nuevo, después de tantas semanas sin ver tu cara, José Jiménez.
    ¿Y esto? ¿A qué viene? ¿Qué estará tramando? Pero, mientras me quedo inmerso en este tipo de pensamientos, Sofía hace la video llamada. Dirijo el ratón y cuelgo mientras escribo rápidamente:
    Yo: Disculpa. Es que no tengo camisa. Me pondré una y ya te llamo... No tardo.
    La verdad es que tengo toda mi maldita ropa puesta. No creo estar listo para verla. De verdad que no. En ocasiones, el corazón doblega a la razón... Así que decido llamarla.
    —Don José Jiménez, es un gusto conocerte.
    —¡Pero qué demonios! —Grito yo, impresionado por lo que veo al otro lado de la pantalla. ¿Qué está pasando acá? ¿Qué clase de broma pesada es esta? O, ¿puedo llamar a esto broma? ¡Se ve muy real!
     —Seguro nunca te lo conté, Don José Jiménez —dice Sofía y mira a su acompañante—. Te presento a Sofía Alcántara. Mi hermana gemela. 

Yo viviré en tiWhere stories live. Discover now