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Una camilla con un cuerpo envuelto en una bolsa entra en el camión de medicina legal. El cuerpo inerte de Camilo yace en ella, y yo espero que esté de visita ya en el infierno. Sofi está siendo atendida por unos médicos que llegaron a mirar al oficial herido, que sí terminó falleciendo a causa de una bala que le partió el corazón en dos. Ella no tiene nada, pero era por costumbre. A mí también me atendieron, y me dejaron a los quince minutos. Me acerco a Sofi y ella me abraza, llorando.
    —Tranquila, Sofi —le digo, acariciando su cabeza—, ya todo pasó. Ya Camilo está muerto. Ya tu pesadilla se ha terminado.
    Ella siguió llorando, pero no sabíamos que llegaban más malas noticias después de tener un poquito de esperanzas que yacen en este momento perdidas como al empezar esta jornada de asesinatos.
    —Sofía —empieza el coronel, que se acerca a nosotros con un teléfono celular en mano—. Lamento que sea yo quien te dé esta noticia. Pero... —Su voz se entrecorta y Sofía llora más abrazada a mí—. Tu madre ha sido asesinada hace pocos minutos. —Y ella rompe a llorar con más fuerza, pegándose a mí tan fuerte que siento que mis huesos se hacen polvo. Al rato cae de rodillas al piso, con las manos agarrándose fuertemente la cabeza y halando de su cabellera.
    Al rato, después del coronel asentir mirando a un doctor, éste la inyecta y termina por dormir. Yo miro al peso pluma y digo:
    —¿Cómo pudo pasar eso? ¿No dejaste guardia?
    —No, Mauricio. He traído a todos los hombres que tenía a mi disposición. Lo siento.
    Y se retira. Yo me monto en la ambulancia que se la lleva a un hospital y dejarla por días, guardando reposo y tranquilidad.

Yo viviré en tiWhere stories live. Discover now