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El avión aterriza en Canadá con una capa de nieve encima. Todos salen de éste y van a por sus equipajes. Mauricio toma el que le corresponde y se dirige hacia la salida.
    Ve un taxi y se monta en él. Espera que el conductor, al menos, hable un poco español.
Tiene un frío tremendo y, para rematar, el conductor tiene el aire encendido.
    —Good morning gentleman. —Dice el conductor. Espera que su inglés sea bueno, pero de igual manera Mauricio pregunta:
    —Good morning. You speak spanish?
    —Spanish? —Pregunta él—. Claro. Muy poco, pero claro. ¿Adónde vamos?
    —Necesito, por favor, que me lleve a un restaurante llamado Il Forno.

En uno de los restaurantes ya Sofía ha llegado. Intentó llamar de nuevo a Mauricio y seguía sin señal. ¿Le habrá pasado algo malo?

Ha llegado a uno de los restaurantes. Se baja y le paga al taxista con el dinero que llevó y cambió por la moneda local: dólar canadiense.
    El señor se va feliz con una propina y, antes, le da su tarjeta. Mauricio camina y, con la maleta cargada, pues la nieve impide que giren las ruedas, y con la ropa llena de nieve y la mano tiritando al igual que su cuerpo, sube las escaleras. El establecimiento es de madera y, gracias al que sea que gobierna los cielos, hay calefacción. Se acerca a un chico y le pregunta:
    —Hola, sabe usted dónde está Sofía Mejía.
    El chico, camarero, le mira y mueve la cabeza.
    —Ethan! —Grita el camarero, y, viendo a Mau—. Sorry, i do not speak spanish. Ethan!!!
    Y un chico albino y con ojos azules, pelo rubio y porte atlético acude al llamado.
    Habla un poco con el que le llamó y saluda.
    —Hola, mi nombre es Ethan. Es un placer. ¿Necesitas algo en especial? ¿Mesa?
    —No, emmmm... Necesito saber dónde está Sofía Mejía, la dueña de la cadena.
    —Claro. No está, pero si gusta la llamo y digo que la buscas. ¿Cuál es tu nombre?
    —No le digas mi nombre. Es sorpresa. —Y, antes de que se vaya el camarero—. ¿Sabes dónde venden rosas por aquí?

Ethan, con la maleta de su invitado y amigo de la dueña, se dirige a una habitación, la guarda y llama a Sofía. Dos tonos.
    —¿Ethan? Dime, ¿qué pasó? Nunca llamas.
    —Mi señora, hay alguien que la busca, es mejor que venga de inmediato. Es urgente.
    —Lastimosamente no podré ir hasta la noche.
    —¿Le digo que espere? Le atendemos.
    —¿Quién es esa persona y por qué es urgente?
    —Mi señora, me pidió que no le dijera nada.
    —Entiendo. Atiéndelo. Cubro los gastos.
    —Como guste, mi señora. 

Yo viviré en tiWhere stories live. Discover now