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Varios días después

Estoy sentado al lado de Sofi con Doky en mis manos revoloteando con tantas energías que desearía tenerlas yo. Tiene puesto un bozal y no puede ladrar, pero al entrar un doctor o doctora tengo que esconderlo y tratar que no se mueva mucho. Ella va despertando poco a poco, pero cuando despierta por la puerta entra un señor elegantemente vestido, caucásico y alto.
    —Hola, Sofía. Espero vayas mejorando —y mirándome—, mucho gusto, joven, Omar.
    Y me tiende la mano que estrecho.
    —Mauricio.
    Al rato vuelve a mirar a Sofi y dice:
    —Señorita, tenemos que hablar, en privado, si es posible. Es importante.
    —Señor —empieza ella, con voz somnolienta—, si tiene que decir algo, puede decirlo. Él es de mi absoluta confianza.
    —Si usted lo dice... —Y, de un maletín que tiene en la mano, extrae un papel largo—. Al morir su madre, le hago entrega de éste papel, en el que consta que toda la herencia de su padre y los establecimientos llamados Il Forno, tanto los de Canadá como los de Medellín, quedan a su disposición tal y como lo quería tu padre en su testamento.
    Sofía y yo abrimos los ojos como platos en la habitación fría del hospital. Después el abogado se despido y se va, haciendo un gesto cortes con la mano antes de salir.
    —Todo esto era para mi madre y para mí —empieza a hablar Sofía—. No debería ser sólo mío. Cuánto desearía estar muerta...
    Y rompe a llorar. Yo le abrazo y le muestro a Doky, que saco debajo de la camilla. Ella sonríe un poco y me mira. Al rato, dice:
    —Mau, la vida es una amalgama de sentimientos contrapuestos que nos lleva a cometer la peor de nuestras hamartías. Tú lo dijiste, y siento que es cierto. ¿Crees que es bueno comenzar sola una nueva vida con los pocos años que tengo y con tanta responsabilidad encima. No sé si pueda...
    —Sofi, eres libre de hacer lo que quieras con tu vida. Tienes todo ahora. Aunque, bueno...
    —No lo digas. —Y sigue acariciando a Doky, que menea la colita como péndulo a 300 Mps. Al rato me vuelve a mirar y habla:
    —Mau, a pesar de todo, quiero decirte algo.
    —Usted manda. Ni más faltaba que yo...
    Ella se acerca y me besa en los labios. Nos besamos por 1 minutos y medio. Cuando nos despegamos ella está sonriente.
    —Te amo. Y gracias por todo lo que has hecho por mí, especialmente ayudarme con todo esto que me... nos ha pasado.
    —Créeme que es con todo el amor del mundo.
    Doky salta al piso y hace sus necesidades al lado de la puerta. Mi madre entra y siente el olor. Tapándose la nariz, replica:
    —¡Dios! Recen por su alma, que su cuerpo ya está muerto. —Y sale, dejándome riendo a lo loco con Sofi y con los los intentos de ladridos del que consideramos nuestro hijo.

Yo viviré en tiWhere stories live. Discover now