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El sonido del celular de Sofía nos ha devuelto al presente después de, en varias horas, escuchar las cosas y horrores que ha vivido aquella chica. Me parece sorprendente que todo aquello lo haya pasado alguien como ella: buena persona y valiente.
    Sofi contesta el teléfono y se levanta, mientras va caminando hacia la ventana de la habitación de Ana. Fuera llueve un poco, y un frío espeso se cuela por la puerta.
    —Manuela —empiezo a decir—, ¿qué pasó cuando se dieron cuenta del cambio que dio el coronel? ¿Qué hicieron después?
    —Bueno... —Dice ella—. Cuando nos dijo...
    —José —dice Sofi, caminando hacia mí. Su cara llena de angustia y miedo—, debemos irnos. La investigación sobre la muerte de mi padre está dando frutos, pero...
    —Pero...
    —Que al parecer el asesino ha atacado de nuevo, esta vez a mi madre...

Nos despedimos lo más rápido posible de todos los presentes y salimos a la fría noche, la lluvia haciendo que se nos pegue la ropa a nuestro cuerpo, como si fuera un manto lleno de desgracias. Tomamos un taxi en el semáforo más cercano a la casa de Ana. Cuando nos sentamos en la parte trasera de éste, Sofi le dice a voz en grito adónde nos dirigíamos. Mi corazón da un vuelco:
    —A la unidad intermedia de Castilla, ¡rápido!
    El taxi se disparó y nosotros, al igual que en un avión, nos pegamos del asiento.

La unidad intermedia de Castilla, Metrosalud, está emplazada exactamente enfrente del parque Juanes de la Paz. Tiene numerosas habitaciones, y la entrada consta de un espacio donde se entra a pie, y la mayor parte para ambulancias y carros. Queda exactamente al lado de la Carrera 65. El taxi sube hasta dejarnos en la puerta de un garaje, donde queda la sala de Urgencias. Nos bajamos, Sofi paga 18.300 pesos* y se dirige a esa puerta, donde una vigilante de tez morena y ojos oscuros, con su pelo hecho un bollo con una malla que le sostiene, nos dirige la palabra.
    —Buenas noches, señorita. ¿Busca a alguien?
    —No —responde ella—, vengo buscando un supermercado. ¡Pues claramente busco a una persona! ¡Y, para ajustar, es mi madre!
    —Entiendo. ¿Puede decirme el nombre?
    —Hasta su teléfono y tipo de sangre.
    Yo, miro con una sonrisa al escuchar los tonos de ironía de Sofía. Al final dice el nombre de la madre y ella entra. Cuando voy a ayudarle la vigilante me detiene.
    —Solo puede entrar ella, chico. Perdón.
    Y cierra la puerta. Yo resoplo y el miedo me recorre todo el cuerpo. Por acá no llueve, pero presiento que falta poco para que pase. Me siento en una de las sillas que hay fuera, al lado de un señor de la tercera edad.
    —Ahí dentro está mi niño, mi nieto. Casi se ahoga. La descuidada madre salió y lo dejó solo. Él se fue hacia el estanque por agua, y estaba lleno de agua. Era profundo y se fue hacia allí. Creí que le perdería... —Y se hecha a llorar. Lo miro y él se tapa con las manos. Al rato, prosigue—: ¿Es su novia? Parecía bastante angustiada. ¿Fue algún familiar? ¿Un amigo? No le deseo entrar ahí en camilla a absolutamente nadie.
    —Fue la mamá —empecé yo—. Algo le pasó. No nos dieron más detalles por teléfono, solo que estaba aquí. Así que... Bueno... Solo espero que no sea nada grave.
    Me incliné hacia adelante mientras él me miraba. Una pregunta que hizo no me deja de dar vueltas a la cabeza: «Es su novia?»
    Eso suena demasiado hermoso, y deseo algún día poder decirlo a los cuatro vientos.


*Esto, claramente, es de COP (Peso Colombiano).

Yo viviré en tiWhere stories live. Discover now