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La madre de Sofi llegó a los cuarenta minutos de nosotros terminar de comer. Fuera ya llueve a cantaron y granizo golpea a la gente como pequeños meteoritos golpeando un planeta. Caen con tanta fuerza que un niño estuvo llorando porque un golpe de una pequeña volita de hielo le ha creado una nueva frente a su lado derecho de la cabeza. Cuando Sofi habla con ella de cosas que no entiendo sobre negocios en el primer piso, al lado de la librería el resplandor, por una pantalla grande pasan las noticias del canal RCN. En especial dos capturas de dos peligrosos personajes.
    —Acaban de capturar a dos delincuentes de la ciudad de Medellín. —Empieza a decir la reportera—. Se trata de alias "piña" y alias "banano", presuntos responsables de varios crímenes en la ciudad...
    Yo rio por lo bajo mientras, sin poder evitarlo, pienso algo que me hace reír más:
«Capturan a alias "piña" y a alias "banano", presuntos responsables de muchas muertes en la ciudad de Medellín, pertenecientes a la terrible banda conocida como: la minorista.» Al seguir riéndome, la gente a mi alrededor me mira y yo entro en la librería para evitar que sus miradas de culpas por el acto que acabo de hacer me carcomiesen el alma y la conciencia como el comején a la madera.

Siempre que vengo a la librería le han cambiado el lugar a los libros, de manera que no sé dónde están los libros que me interesaron la vez anterior que vine. Recuerdo, más o menos, que fueron unos doce.
    El interior está lleno de estanterías en todas las paredes y, en teoría, en todo el recinto, todo aquello hecho de madera de color café con leche. Hay una torre al lado izquierdo de la puerta, y en la derecha una estantería que ocupa toda esta parte, donde normalmente colocan sus libros infantiles. Su interior se ilumina por bombillas led, y hace el mismo clima que fuera, ya que no hay aire acondicionado. La dueña de la librería me mira y me saluda con una sonrisa; ya me conoce. Su tez es trigueña, sus sonrisa tan blanca como las paredes que esconden estos libreros. Sus ojos son de color café, y su estatura ha de oscilar entre el metro setenta a setenta y cinco. El otro trabajador es nuevo. Nunca lo he visto. Viste la camisa negra de la librería, una sonrisa con puentes, unos ojos oscuros como el carbón y una tez blanca como la sonrisa de su superior. Yo los saludo con una mano y una sonrisa que parece (o lo siento así) que las saqué prestadas de un tomo para ayuda de superación personal; de esas tan falsas como palabras de político, de presidente, o de una chica que acaba de romper con su antigua pareja.
    Al rato, cuando vi hacia fuera, Sofi me miraba con lágrimas en los ojos. Yo, asustado por algo que creí malo, salí corriendo y la atrapé en mis brazos como una pinza de cangrejo atrapa a su presa. Ella seguía llorando. Yo solo soy capaz de decir pocas palabras:
    —Sofi... ¿Qué ha pasado? Estás blanca como nalga entumida de siete horas y media.
    Ella no sonrió, solo siguió llorando hasta que, en sollozos, alcanza a articular palabras que me ponen la piel de gallina y me hace acelerar el corazón como nunca...
    —Jo... José... Al-alparecer m... mi padre fu... fu-fue asesinado. 

Yo viviré en tiWhere stories live. Discover now