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En una habitación, conectado a maquinas que emiten sonidos unísonamente a los de su corazón, y con una cánula que le da aire que necesita, Jorge Aldaya, ayudante para salvar a Ana, pareja antigua de ésta, persona que ha ayudado a salvarle la vida, se encuentra acostado, inconsciente; en coma. No ha mejorado nada en los últimos meses, y los doctores que siguen su caso han pensado en desconectarle. Ya estaría en manos de Dios la vida de aquel joven. ¿Por qué los que más quieren vivir son los que más rápido mueren? La vida es tan injusta que nos parece cruel, pero también tan benevolente que nos parece el mismo Dios. Pero, para lástima de Jorge, no podría mejorar. Lo sabía antes de caer en coma inducido. Hay un sueño en su cabeza, uno que le parece real. Claro, no lo sabía, pero lo que está soñando fue lo que aconteció unos meses atrás...

Unos meses atrás

    —¡No me lo puedo creer, Óscar! —Fue todo lo que terminó diciendo Jorge Aldaya el día 13 de mayo del 2019. La discusión con su pareja actual le ha dado un nuevo rumbo a su vida. Se ha dado cuenta de su error. De su Craso error. Intenta, como siempre, mover sus brazos, pero el recuerdo lejano del accidente que sufrió al salvar a Ana le recuerda que no puede. Nunca jamás. En cambio, Óscar, en su silla de ruedas, en la habitación de su pareja, mueve sus brazos de la rabia y el dolor de revelar la verdad. Jorge camina, con lágrimas en los ojos, y se sienta en su cama. Mira hacia la ventada, justo al lado derecho de la pared, pues en el izquierdo está sentado. Mucho calor hace, y el sol de Cartagena de Indias es de los peores que ha podido sentir. Finalmente Óscar se acerca en su silla, se hace al lado, y le dice en voz baja:
    —Lo lamento. Enserio. Pero no tuve elección.
    —¡Cómo que no! ¡Eres un imbécil! ¡Por tu culpa alguien corre grave peligro!
    La historia es cruel. José había acudido a él después de crearse una cuenta falsa en el MSN, y quedaron en ir a buscarles. Pero lo que realmente estaba en juego no era el reencuentro de Óscar con Jorge, sino el de José con Ana. Después de llegar y que el plan saliese según lo planeado, es decir, que José convenciera a Óscar después de que éste se diera cuenta de que estaba vivo y diciendo que aún le ama, llevase al novio de Ana para tener todo el camino libre. Aunque, claro, para eso necesitaba algún rasgo que no se le reconociera. Este, sin duda, fue el mejor: una peluca rubia larga. Un nombre nuevo: David. Además, su cuerpo había cambiado, era más delgado, pero también demasiado musculoso. No llegando a lo exagerado, pero sí a lo normal. Después de todo esto Óscar se va con su pareja a Cartagena, lo más alejado posible a Medellín, y se queda a solas, pensando su plan. Al final lo ejecuta, creándose otra cuenta en la red social.
    —Necesito hacer algo. Debo hacer algo. Esto también es mi culpa. —Y mirando fijamente a Óscar—: Y tú, si quieres remediar el maldito error que has hecho y poniendo en riesgo la vida de alguien inocente, debes ayudarme. Tienes que hacerlo.
    —¿Qué tengo que hacer? Que sea algo que no me involucre demasiado y que no llegue a oídos de José. Sé que me mataría...
    —Esto es lo que debes hacer...

En el aeropuerto, apunto de abordar el vuelo con dirección a Medellín que le dejará en el aeropuerto JMC (José María Córdoba), Jorge hace la fila para abordar. No piensa quedarse callado. Debe decirles a las autoridades al llegar la verdad. Es el único que puede salvar la vida de la que en algún momento fue el amor de su vida, por la que compartió momentos, planeó sueños y también dedicó pensamientos y canciones.

Llegóa Medellín poco menos de una hora. Lo primero que hizo fue tomar un taxi e ir ala fiscalía, donde contaría todo y daría todo de sí para avanzar y encontrar aAna. Al llegar y contar su historia, lo que no sabía, era que los mismo discosvertebrales que le impidieron hasta hoy día mover sus manos, le estabanaplastando varios nervios al torcerse y sufrir lo que se denomina escoliosis. Después de salir empezó asentir demasiados dolores en su cuerpo, impedimento al caminar y dolor hasta alrespirar y pensar. Cayó inconsciente. Al abrir los ojos estaba en un hospital,de nuevo, donde le relatarían que su condición se complicó sobremanera, peroque le estaban tratando como se debe. Estaba mejorando, pero debía dardemasiado de sí para mejorar mucho más día a día. Un día, cuando estabatratando de caminar (pues ahora se le dificulta más de lo que comúnmente lesucedía) cayó de nuevo. Sentía dolores imposibles de tolerar. Si le rozaban concualquier cosa le dolía como el peor de los golpes. Como si nada más con unroce un martillo hidráulico le triturara sus huesos. Los analgésicos no lequitaban el dolor. El doctor decidió meterle un coma inducido. Y ahora, dormidode hace semanas, meses; cables cayendo de su cuerpo, deja de soñar, de vivir,de anhelar. En su interior, el corazón late de manera irregular. No puede abrirlos ojos, pero unas lágrimas de dolor y felicidad caen por sus mejillas en elfrío incesante de la habitación hospitalaria. No lo sabe, pero en la habitaciónde al lado está Tatiana, madre de una chica llamada Sofía, una antigua amiga deAna. Respira de manera rápida. La máquina emite pitidos. No hay nadie en laestancia. Pues al llegar de sorpresa ni siquiera avisó a su madre del regreso. Empiezaa convulsionar. Más pitidos incesantes en la maquina indican que en su interiorel corazón late con dificultad y con más fuerzas de las que debe. Los pulmonesse inflan y desinflan con demasiada rapidez. Caen más lágrimas. Puede que esté inconsciente,pero sabe lo que pasa. Deja de convulsionar. Una lágrima logra caer al piso. Sucorazón para, sus pulmones dejan de moverse, al igual que él mismo. Sin saberloningún médico, ningún amigo y mucho menos Ana, morirá sin ver de nuevo a ésta.Y Ana vivirá sin saber nada del que le ha salvado la vida.

Yo viviré en tiWhere stories live. Discover now