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Se levanta de la cama y se pone la ropa interior color negro. Ana también se coloca el sostén mientras Mateo se pone su ropa interior. Han hecho el amor por más de dos horas y el reguero de sangre que hay en la cama de ella es de película de terror.
    Están cansados, se nota en sus caras, pero tienen que arreglar el desastre antes de que llegue Celeste, la madre de Ana. Así que quitan la sabana y el tendido, lo tiran a la lavadora y ponen uno nuevo. Después de una hora que se demoró el proceso de lavado, sacan las dos y las cuelgan en un alambre, donde normalmente cuelgan su ropa. Ya organizado el desastre salen a la calle.
    El sol ya cae por completo, y las nubes que se veían unas horas antes ya están justo encima, listas para mandar agua acompañada de granizo que ya se forma en las nubes del color de un elefante africano. Vuelven al interior y ella saca una chaqueta, mientras que él toma una sombrilla.
    Ana cierra la puerta y camina de la mano de su novio por la acera. Van a casa de Andrea. Quiere pedirle que salgan un rato antes de que empiece a llover, o que vean una película en casa de ella. Cruzan una calle y siguen caminando hacia su destino.

Mientras que Ana y Matea caminan hacia la casa de Andrea, ésta termina con su novia, Valentina, de tener relaciones. Se ponen sus respectivas ropas y, cuando se están maquillando, Andrea le roba un beso. Valentina, a los pocos minutos, hace lo mismo. ¿Cuándo les dirán a sus amigos que son novias? Lo han ocultado por meses. No saben de qué manera van a reaccionar. Tienen miedo. Demasiado. Siguen mirándose en el espejo del baño. Andrea le da un manotazo fuerte en la nalga derecha a su pareja, que le quedará doliendo por todo el resto del día y por el día siguiente.
    Valentina, con un lápiz para hacerse una línea en la pestaña, toma por sorpresa y a Andrea y le pone la letra «U» en su mejilla derecha.
    —¡Eres una maldita! —Grita colérica Andrea—. ¡Ya verás cómo te hago la misma!
    Y se lanza a por ella con un delineador. Le raya la frente y un poco en la punta de la nariz. Caen al piso. Valentina, debajo, jadea, mientras que encima Andrea suspira.
    Se quedan mirando un momento y la que se encuentra encima acerca su rostro y le besa.

Manuelay Richard están sentados en la sala de la casa de la chica pensando qué haráncon sus vidas ahora que saben que serán padres. Manuela pensó en abortar, a loque su novio enfervorecido le gritó en el baño:
    —¡Ni loca! ¡Es mi hijo y debo hacermeresponsable de él! ¡De ninguna manera lo harás!
    Ahora, en la sala, piensan cómodecirles lo ocurrido a los padres de ella. Pueden que se molesten, inclusopueden que los tiren a la calle, pero es peor callar y esconder que afrontar yresponder. En media hora de silencio, una llave entrando en la cerradura yabriendo la puerta rompe el silencio que se ha instalado en aquel lugar.
    —¡Hola, hija! ¡Hemos llegado! —GritaLorena, la madre de Manuela. Viene sola, y eso los tranquiliza un poco, pero nodel todo.
    —Hola, mamá. —Es todo lo que diceella, con la cabeza gacha y el alma esparcida con cada paso que dio al caminarde un lado a otro por la casa. —¿Cómo te fue?
    —Bien, hija. ¡Hola, Richard! —Saludaal ver al novio de su hija, que se levanta y le da dos besos; uno en cadamejilla. —¿Cómo...?
    —Señora Lorena —empieza a decir él,cortando el saludo de su suegra—, tenemos... algo que decirle. ¿Podría tomarasiento?
    —Ehhh, sí. Claro. ¿Es malo lo que metienen que decir? —La madre se sienta en un mueble enfrente de ellos. Su caraes igual a la de su hija, incluida sus pecas. Su tez, también. Lo que cambia esun poco los rasgos del contorno de los ojos y la estatura; Manuela le gana pormucho.
    —No —empieza la más extrovertida delgrupo de amigas—... Quiero decir, sí... O no.
    Lorena ve cómo su hija sacude lacabeza. Seguro no es nada bueno, así que respira hondo y espera para recibir elgolpe.
    —Bueno, díganme, ¿qué es lo que hapasado?
    —Verá, doña Lorena —dice Richard—,Manuela está embarazada... —Ya está. Se dijo. La sorpresa en el rostro de Lorenaes increíble. ¿Cómo será que su padre también...?
    La puerta se abre nuevamente y porella entra esta vez Fernando, el padre. Es musculoso, completamente rapado enla cabeza, de tez trigueña y de ojos claros; nariz aguileña y un poco alto:alcanza el metro setenta y cinco de estatura. La respiración de todos los presentesse detiene al igual que el tiempo. ¡Maldita sea! ¿Ahora qué harán? No lo sabencon certeza, pero cuando Fernando mira el rostro de mujer y ve que está máspálida de lo normal, pregunta:
    —Hola chicos. Cariño, ¿pasa algo?Estás blanca...
    —Emmmm... ¿Qué? No, bueno sí. ¿Quieressentarte? Creo que ellos tienen algo demasiado importante qué decirte.
    Y se sienta al lado de su esposa. Letoma la mano y le besa, apretando un poco con cariño.
    —Bueno. ¿Qué es? Saben que odioesperar.
    Manuela, Richard y Lorena tragansaliva unísonamente. El que habla, de nuevo, es Richard.
    —Señor. Es que... Manuela estáembarazada...
    Fernando se pone en pie bruscamente.
    —¡Pero qué... Maravillosa noticia!¡Cariño, seremos abuelos! —Y se da media vuelta para abrazar y besar a suesposa—. ¿Comemos algo? Venga, iré por vino.
    Los chicos parpadean y ven cómoCeleste niega por lo bajo. ¿Enserio fue tan fácil?
    Al rato se escucha una risaproveniente de Celeste. Los chicos están desconcertados.
    —¿Madre? ¿Por qué te ríes? No lodijimos en forma de broma. Es enserio.
    —Hija. Ay, hija. Ja, ja, ja. Tu padrey yo sabíamos que pasaría y apostamos. Él dijo que no iban a soportar mucho yque pasaría en poco tiempo; yo confié y dije que será en largo, más o menos unos3 años. Como vez, él ha ganado, y tengo que pagar el viaje de vacaciones esteaño. Pero, ¿por qué me miran así? ¡Estoy feliz de ser abuela!
    Y se levanta y abraza a su hija y aRichard. Con la mano derecha toca el la barriga de ella. Al rato, suelta lapregunta.
    —¿Ya saben qué nombre le van a poner?

Yo viviré en tiWhere stories live. Discover now