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Todos quedamos con cara de estupefacción. Ver cómo el padre de Sofi engaña a su esposa en vivo es algo completamente inconmensurable. Sofi tiene lágrimas en los ojos, y Ana se ha tapado la boca con las manos. El coronel nos mira y el oficial, a una mirada de su superior, se va; un alma encargada y dedicada a su oficio yéndose como el vapor de un cigarro. El coronel se queda mirándonos, hasta que al final lo dice:
    —¿Sabía uté que su ex esposo le engañaba?
    —¿Cree que tengo cara de saberlo? —Inquiere ella, a media voz, entre la rabia y la ironía.
    —Al parecer no, pero necesito que me diga: ¿veía compoltamientos extraños en él?
    —Para nada. Pero, ¿a qué viene esa pregunta?
    —Puede que lo hayan asesinao por ello.
    El acento del coronel es costeño. Lo cual tiene sentido con su tez morena, ojos oscuros y pelo ralo. Su porte es bastante atlético, y su mirada tan intimidante como un oso apunto de atacar. Y eso es cierto, ya que los labios de este parecen repletos con litros de silicona, algo que me saca una risa.
    —No lo sé... —Ana se pone en pie—. Es todo muy raro. Él se comportaba bien desde que decidí volver con él. Creí que había cambiado... Pero las personas nunca cambian.
    El coronel se inclina hacia la mesa con las manos juntas con la barbilla. Nos mira.
    —Señora Ana, necesito que uté cuente ; absolutamente tó...

Él nos había abandonado cuando se dio cuenta de que sería padre. Dijo que no podría hacerse cargo de un bebé hasta que tuviera su vida relativamente bien. Así que se fue para Canadá. Allá formó lo que aquí conocemos como Il Forno. Después retomé contacto con él, ya que no podía hacerme cargo yo solo de una responsabilidad que también le concernía. Seguimos hablando por semanas hasta que me dijo que vendría a Medellín a ver cómo se colocaba aquí varios restaurantes de la cadena. Y lo que empezó con uno pequeño del tamaño un poco más grande de un garaje, terminó en cuatro más en diferentes centros comerciales de la ciudad. Todo esto, según él, era solo para un fin: dejarnos a Sofi y a mí algo con lo que subsistir cuando él... Se volviese a ir. Tenía planeado irse el año que viene por cuestiones de negocios, ya que allá sus establecimientos nadie los supervisaba. Así que hizo todo lo necesario para que, en su testamento, nos dejase a nosotras los restaurantes de acá, pero los de Canadá quedaría a nombre de otra persona. Nunca me dijo a quién. No creo que sean sus hermanos, ya que son adinerados desde nacimientos, y menos a sus padres, ya que fallecieron hace un tiempo. Lo único que tenía era a nosotras, pero no he dejado de pensar quién sería esa persona. Tiempo después, me di cuenta de que todo lo había dejado a nosotras. Cuando le pregunté qué había pasado con la persona extra que había para heredar los de Canadá, respondió:
    —No lo merece. La decepción es algo que nos hace reaccionar. Y esta persona me ha decepcionado más de lo que creí.
    No volvimos a hablar sobre ello. Y me he puesto a pensar que si esa podría ser.... Otra mujer. Al ver este vídeo, donde se besa con otra chica, creí que mis sospechas estaban completamente sólidas. Pero creo que me he equivocado...
    Hace un tiempo le oí discutiendo con alguien por teléfono, y se refería a esa persona como: "no eres", "eres alguien despreciable", "me has decepcionado", y, la que me pareció más increíble: "Eres el chico que jamás dejaría a cargo de algo tan importante para mí. Así que puedes despedirte de eso, ya que se lo dejé todo a Sofía y a su madre. Lo has perdido todo."
    Era un chico, así que descarto lo de dárselo a otra mujer. Lo que no sé es quién es esa chica. Nunca la he visto. Pero... Creí que estábamos formando de nuevo la familia que yo deseaba en mi interior.
    —Interesante, señora. —Fue todo lo que dijo el coronel mientras anotaba lo más importante en una libreta. De un momento a otro, en el exterior, se oían gritos de alegría y de júbilo, luego sonaron aplausos—. Al perecer tenemos un caso resuelto —fue todo lo que dijo Jorge. Después se puso en pie y se dirigió a la puerta. Nos hizo ademán de que saliéramos de igual forma.

En la entrada estaban apostados, y puedo asegurarlo rotundamente, la mayoría de las personas que trabajan en el recinto. Unos gritaban "¡Felicidades!", otros "¡Era un caso difícil!" y unos gritaban su nombre: "¡Gustavo Sosa!". Detrás de él venía una chica con el brazo izquierdo en cabestrillo y también su pierna derecha. Se movía en silla de ruedas y estoy seguro que quien la mueve es su madre. Sofi se encuentra detrás de mí y le di un espacio pequeño para que pudiera ver. Detrás de ellas, también vienen más personas: un chico y tres chicas más. ¿Por qué tantas personas? ¿El caso sí está resuelto? Sofi me quita de un empujón y también a quien está delante de nosotros mientras corre hacia la chica en silla de ruedas. Solo escucho que ella, con la voz algo rota por lo que creo que es emoción y tristeza o perplejidad, grita un nombre a os cuatro vientos:
    —¡Ana!

Yo viviré en tiWhere stories live. Discover now