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ANA

Han pasado varios días y me siento completamente mejor. Los dolores han disminuido notoriamente, y los calmantes que me sigue suministrando la chica enigmática me duermen hasta por dos o tres días.
    ¿Quién será ella? ¿Podría ayudarme?
    Siempre que termina de ayudarme con mis medicamentos y me duerme por varios días siempre dice las mismas palabras:
    —Lo siento —aunque una vez dijo algo diferente—: Lo siento, pero es necesario...
    No dijo más, simplemente salió y al rato me dormía. ¿Por qué dormirme tanto tiempo por tantos días? Igualmente la puerta la cierran con seguro siempre que alguien sale. Sea José o ella, la puerta es asegurada con llave. Estoy completamente segura de que ha pasado más de mes y medio, ya que mi cabello está un poco más largo, al igual que mis uñas... Uhg, mis uñas.
Siempre arregladas, eran a lo que más le dedicaba tiempo de mi imagen, ahora están tan largas que podría romper cosas con ellas. El pitido de la máquina que sigue mi ritmo cardiaco sigue con su bip, bip, bip incesante que desearía que dejara de emitirlos. La máscara de oxígeno que tengo me suministra más de lo que necesito, hasta que un olor a chicle lo invade.

—¿Cu... cuánto ti-tiempo ha pa... pasado est-esta vez? —Fue lo primero que dije al despertar de nuevo. Abrí los ojos poco a poco y deslumbré la silueta tenue de la enfermera. Me miró y dijo como si nada:
    —Tres días y casi medio. Esta vez no fue medicamento.
    Vaya, no me diga, recuerdo haber pensado.
    —Mira, Ana —empezó ella, y me sentí feliz de que el robot tenga instalado más palabras para hablar—, te dije hace un tiempo que era necesario. No te preocupes. Más tarde que temprano todo resultará bien. Ya todo está listo para que...
    La puerta se abre y José entra. Ella se caya de repente y sigue con lo suyo, mientras él entra sonriente y todopoderoso. Me mira y ladea la cabeza. Al cabo de un rato, dice:
    —Te veo mucho mejor —y, acercándose a donde estaba yo, prosigue—: ¿Ves lo que me haces acometer, Ana? No vuelvas a desobedecerme...
    Yo le escupí en la cara y él se volvió hacia la enfermera. Solo una orden, fuerte y clara:
    —Duérmela.
    Y salió. La enfermera me inyectó en la bolsa que conectaba al catéter que tenía en mi antebrazo. Antes de dormir escucho que dice algo más, o tal vez fueron mis ansias:
    —... listo para que te... aquí... ayuda... mino.

Yo viviré en tiWhere stories live. Discover now