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—Nunca había tenido relaciones sexuales.
    Lo que dice Mauricio desconcierta a Sofía. Los dos están acostados, con la cobija puesta, sudando y respirando rápidamente.
    —Yo lo hice por primera vez hace dos años.
    Claro, pues ella tenía que tener experiencia de la que él carece. Se miran, con aquella mirada dicen más de lo que imaginan.
    —Prométeme que no leerás eso hasta que esté sentada en el avión y a miles de pies de altura. Y, cuando la leas, ten esperanzas.
    —Tú eres mi esperanza, Sofía. Si te vas tú, no tendré ni aire para respirar.
    —Sólo lee la carta. Ahí volverás a tenerlo todo.
    —Vale.
    Y, del cansancio, se quedan dormidos.

En el José María Córdoba

Mauricio y Sofía, después de dormir unas horas y bañarse, tomaron un taxi que les llevo al aeropuerto JMC. Sofía se vistió con una blusa escotada de color azul oscuro, un pantalón blanco y unos vans negros. Se recogió el pelo en una coleta baja y se maquilló un poco, colocándose la línea encima de las pestañas que tanto le gusta a Mauricio. Se abrazan justo cuando en todo el recinto se escucha una voz diciendo que deben abordar el vuelo con dirección a Canadá. Mauricio ahoga las ganas de llorar y, sin decirle nada a ella, tomó la carta que leerá de vuelta en el taxi. Se despiden de un abrazo tan fuerte que parece que se pegarán por el resto de sus vidas. Se separan y ella le obsequia un beso en los labios.
    —No olvides leer la carta, Mau —dice ella, caminando hacia atrás—. Y ten esperanzas. Yo no me iré por siempre —y, como cada vez está más lejos, tiene que gritar—. ¡No me olvides, que yo no te olvidaré! ¡Seguiremos en contacto! ¡No dejaré de escribirte ni de pensarte! ¡No moriré! ¡Yo siempre viviré en ti! —Y se introduce al camino que le llevará al avión. Ahora sí puede soltar la laguna que lleva dentro, sin saber que mientras camina ella también llora.

Fuera del aeropuerto

Mauricio se sube a un taxi en la parte trasera y le dice al conductor hacia donde va. Después de que arrancan y gotas de lluvia golpean el techo del coche, él saca la carta del bolsillo, rompe el sobre, la desdobla y lee.

    Mauricio, si estás leyendo esto es que ya me he montado en el avión o ya estoy en Canadá. El motivo de esta carta es para decirte que no me iré para siempre. Sólo serán unos meses. Además, quiero que tú y tu madre tomen las riendas de la cadena de la ciudad, así tendrán dinero y trabajo. Yo volveré, no por seguir por la cadena, sino por ti. Porque me has robado el corazón y no soy capaz de vivir ahora sin ti. Nos llamaremos y escribiremos constantemente. La vida no acaba para nosotros ahora. Sólo empieza. Piensa todo lo bueno que hemos vivido. No pienses lo malo. Recuerda los abrazos, los besos, los abrazos y las risas. Eso nos queda en esta vida. Prometo volver. Crearemos una vida. Crearemos un ahora, y un después. Ahora, con lágrimas en mis ojos termino la que será una carta de despedida con duración definida, que mantendrá mi corazón latiendo y mi vida por el camino correcto, porque desde que te vi, desde que me ayudaste y me protegiste hace un año, te volviste el amor de mi vida. Adiós, Mauricio, y ten esperanzas de que volveré.

Te adora con el alma

Sofía Mejía

Dobla la carta y la guarda en su bolsillo nuevamente. Llora, pero sonríe. Y, en el cielo, en un avión, el corazón de Sofía late por él. Y una sonrisa unísona los une aún a kilómetros de distancia. 

Yo viviré en tiWhere stories live. Discover now