Entramos en el recinto donde reside Ana. Se da media vuelta y le dice a Sofía que se pasó de casa cuando regresó hace unas semanas. Así que disculpara el desorden de bolsas, maletas de viajes y cajas llenas de todo.
La facha es de color blanco con dos ventanas a cada lado de la puerta, que, al igual que el marco de las ventanas, es de roble. El interior tiene distintas tonalidades. La sala tiene un tono gris con unas líneas blancas, mientras que la cocina es de un tono blanco, que lo ocultan unas baldosas del mismo color del piso: gris. Tiene dos alcobas, y Ana nos lleva a la de ella. Está vuelta un desastre. Cuando miro al fondo de su alcoba, me encuentro con la estantería más grande que le he visto a nadie. He de imaginar que hay de doscientos a trescientos tomos de todo tipo. Encuentro títulos de filosofía, historia, arte, novelas y anatomía.
—Me gusta leer bastante —dice Ana, de seguro al ver en mi rostro la misma imagen de David cuando se dio cuenta que Goliat era tan gigante que nada más el fémur casi le hacía competencia con él. Yo camino hacia allí, engatusado como nunca. El librero es de color roble, pero sé que no es de la misma madera. Es madera prensada.
—Es... Magnifico —es todo lo que consigo articular. Todos me miran y, al darme la vuelta, me sonrojo bastante al darme cuenta que soy el centro de atención. Después me devuelvo adonde Sofi, y todos nos sentamos. Unos en la cama y otros encima de unas cajas. Sofi y yo optamos por una caja.
—Bueno —empieza a decir Sofi—, antes que nada quiero que empieces por el comienzo de todo. Desde que te llevaron hasta cuando te encontraron. No dejes detalle.
—En ese caso —contradice la aludida—, Manuela hablará, ya que no recuerdo mucho del día que me llevaron. Y también, para estar más informados del tema, ella y las otras chicas contaran partes del relato de cómo organizaron todo y cómo investigaron el caso. Así que... —La mirada de todos se detienen en Manuela. La chica es un tanto peculiar, y el mismo chico que no nos saludó sigue a su lado. De seguro es la pareja.
—Bueno... Emmmm... —Empieza a decir Manuela, su voz es un poco fina; como la de una niña—. Estábamos en un restaurante de Il Forno... —Antes de seguir, le interrumpen.
—¡¿Dónde estaban?! —Pregunta Sofi.
—¿Acaso no lo escuchaste? —Interfiere bruscamente Manuela, enfadada por ser interrumpida.
—Claro que sí. Pregunto eso porque mi padre es... era el dueño de la cadena...
—Entiendo... —Dice Ana—. Puedes seguir.
Manuela respira hondo y comienza su relato. Son las 2 de la tarde y doce minutos. Un día caluroso nos aguarda para un relato tan electrizante como sensacional.

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Yo viviré en ti
RomansaJosé es un joven que padece una enfermedad que pronto lo llevará a la otra vida. En una habitación de un hospital, conoce a Sofía, quien se convierte en su motor de vida. El destino les jugará malas pasadas, desgracias, bajadas y subidas; felicidad...