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ANDREA

Caminamos todo el aeropuerto hasta donde nos dejaron las autoridades. Repartí la mayoría de las fotografías que tenía en mi mochila, y nadie la había visto, y eso que algunos ya había subido y bajado de aviones varias veces esa semana. Me sentía agotada, completamente abatida. Destruida y desgraciada. Como si la vida me hubiera dado un golpe tan fuerte del que ningún ser humano pueda levantarse. Pero la fuerza mental puede con la física, así que me levanté de donde estaba sentada y seguí caminando. Las fuerzas pueden perderse, pero las esperanzas nunca.

VALENTINA

Estaba en el lado Oeste del aeropuerto. Llevaba la mitad de mis fotografías entregadas y nadie la reconocía o había visto. La rabia me consumía por dentro y ganas de llorar sentía. No podía creer que mi mejor amiga haya sido secuestrada por un imbécil como José. Pero nunca me di por vencida. Seguí repartiendo y hasta a una oficial de la policía me recibió una. Cuando vio la foto abrió los ojos. Mi corazón dio un vuelco y le pregunté muchas cosas de un tirón, hasta que mis pulmones se vaciaron:
    —¿Lareconoce? ¿Sabedóndeestá? ¿Lahavisto?
    Todo lo pregunté sin dejar ni siquiera espacio entre palabras. Ella me miró y solo dijo pocas palabras; palabras que me sabían a las más dulces de las glorias...:
    —Sí. Hace un tiempo. Recuerdo su cara. Lloraba demasiado y tenía hasta los pómulos hinchados. Como si la hubieran golpeado. La acompañaba un chico. Sí, puedo recordarla.
    —¿Sabes qué vuelo tomaron? —Pregunté, las ansias brotando de mi boca.
    —Sí, y creo que no le gustará la respuesta.

Yo viviré en tiWhere stories live. Discover now