EPÍLOGO

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Es de noche en Canadá. Mauricio ha comido todo lo que le han regalado. Ahora sólo aguarda la llegada de Sofía.


En Medellín Mateo, que detuvo a Ana tomándola de la mano, viéndola fijamente a los ojos y con las gotas de lluvia ya empapándolos, le besa apasionadamente y dice cuando finalmente han terminado y con voz entrecortada por falta de respiración:
    —Sin duda puedo decir que eres el amor de mi vida. —Y así, con esa frase se besan nuevamente bajo el frío y la lluvia.
    Valentina, abrazada a Andrea, le da la vuelta y le dice a voz en grito mientras la lluvia les moja completamente el cuerpo:
    —¡Te amooooooo, Andrea! —Y le besa, sin importar lo que digan, sin importar quien las mire. Y mientras eso pasa, Richard, abrazado a su novia por la cintura, dice:
    —No te preocupes, me haré responsable de él o ella. Mañana empezaré a buscar trabajo.
    Y Manuela llora de felicidad al encontrar el amor. Están mojados, pero eso no es impedimento para darse el mejor de los besos posibles...

Sofía se baja del coche y oprime el botón del mando para ponerle seguro. Mira hacia adelante y logra ver, allá a lo lejos, una forma familiar con un ramo de rosas en la mano. ¡Es Mauricio! Corre hacia él y se lanza con tanta fuerza que los dos caen en la blanda pero fría nieve. Se besan una, dos, tres veces y se miran fijamente. La sorpresa y la felicidad son tantas que no pueden hablar, solo abrazarse y sentirse. Se ponen en pie y, por fin, Sofía habla.
    —¡Qué sorpresa! ¡Dios, gracias por venir!
    Y se abrazan de nuevo. La luz del restaurante les ilumina y ellos, bajo la nieve, ella con un gorro de lana blanca y unas botas que también tienen algo de lana, se abraza a él. Cuando se sueltan de nuevo, le dice:
    —Te dije que no perdieras esperanzas. Nos veríamos de nuevo. Aunque te demoraste más de lo planeado. Y... Mau, ¿te gustaría ser mi compañero en esta vida, quien me acompañe en todo y quien sea dueño de mis pensamientos en la mañana y de mis sueños por la noche? —Se miran. Y Mau, con lágrimas de felicidad en los ojos, responde a la pregunta que más deseaba.
    —Sí.
    Y se besan. No valen enfermedades ni condiciones. No color de piel ni dinero en el bolsillo. Solo que se siente en el corazón. Se besan bajo la nieve, sólo con el pensamiento lleno de sueños que han de cumplir juntos.

Fin...

Yo viviré en tiWhere stories live. Discover now