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SOFÍA

Al cerrarse la puerta me encuentro con la sala de espera. Enfrente, en pocos pasos, está la puerta directa a Urgencias. Mucha gente está aquí, entre ellos varios policías. Me acerco a uno de ellos y le pregunto lo que ha pasado. Éste me pregunta quién soy.
    —Soy amiga del Coronel Jorge Rodríguez. Y la hija de Tatiana Mendoza, la esposa de alguien asesinado hace poco, mi padre.
    Después de escuchar esto, aquel oficial me mira y me toma de la mano. Nos introducimos a la sala después de pasar la puerta.

Ningún sonido del infierno relatado por Durante di Alighiero degli Alighieri* se comparan a los sonidos de una sala de Urgencias.
    Se escuchan gritos y nada más entrar una camilla con una chica conectada a un tanque de oxígeno. El aire es frío, gracias al aire acondicionado, pero no en exceso. Cuando llegamos a una esquina volteamos a la derecha y allí, enfrente, vemos la "recepción" y un montón de camillas que, hasta donde vi, son separadas por sendas cortinas. En una di ellas, la del fondo, un montón de médicos y enfermeras acompañados de tres oficiales nos ven y uno camina hacia nosotros. Su cara es de pocos amigos.
    —Oficial —brama al llegar—, ¿quién le ha dado permiso de pasar, y más con alguien?
    —Se trata de la hija de la señora Ana.
    El agente me mira y asiente. Mira a su compañero.
    —Puede retirarse. Muchas gracias.
    Al irse, me toma de la mano y me lleva hacia la camilla, pero a pocos metros me detiene y me mira a la cara. Al rato, dice:
    —Tu madre ha sido agredido... Brutalmente. —Cada palabra que dice golpean más fuerte que los golpes recibidos por ella—. En este momento tratan de contener la hemorragia. Creemos que el autor ha sido el mismo que asesinó a tu padre. Por algún motivo que desconocemos, solo busca hacerle daño a tu familia. Debes cuidarte. Ya el coronel Jorge está pidiendo una orden para protegerte. Y, si es probable, no vayas a dormir a tu casa. Ya con ella sola posiblemente el agresor crea que tiene vía libre. Evita eso a toda costa. ¿Entendido?
    —Sí...
    Fue todo lo que pude articular. Con más miedo que nunca seguí caminando hacia la camilla. Al llegar allí la escena me puso los pelos de punta. Era más que terrorífica.
    Fuera de las enfermeras que le limpiaban la sangre y los doctores que tocaban partes de su cuerpo para ver si estaban fracturados, su blusa estaba llena sangre en su totalidad. Parece que toda la que contenía su débil cuerpo se hubiese vaciado. La cara tenía cortes en su frente y en la mejilla izquierda. El tabique estaba roto y la nariz estaba hacia el lado derecho. Sus ojos completamente morados. La comisura izquierda de la boca casi negra, y el mentón más negro aún. Al final uno de los doctores grita algo que me hace romper a llorar:
    —¡Llevémosla al quirófano! ¡No soy capaz de cerrar las heridas si sale más sangre! ¡Tú —señaló a una enfermera—, ve al banco de sangre y trae dos litros de AB+! ¡Y tú —señaló a otra enfermera—, llama al cirujano facial, que venga de inmediato! ¡Aho...!
    Un pitido de la máquina que sigue el pulso cardiaco le hace silenciar de golpe, pero grita con aún más fuerzas la última orden:
    —¡Rápido, está entrando en paro!


*Nombre real de Dante Alighieri.

Yo viviré en tiWhere stories live. Discover now