C u a r e n t a y u n o

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> Murasaki Yoshio <

Las horas transcurrieron con lentitud aplastante.

Después de que Inoru intentara matar a su salvador, su mente quedó en blanco total y lo poco que logró recordar sobre el suceso en el mar la dejó más molesta que nunca.

Yamanaka Inoru no tenía fobia al mar, ¡Era ridículo! Tampoco poseía ningún tipo de miedo a los tiburones o cualquier depredador marino. Si hubiera sido así, Shikamaru no la hubiera mandado al matadero. ¿De qué serviría enviarla por ese camino si podía morir en el intento? El cabeza de piña era de todo, menos estúpido.

Su rabieta infantil por tal despiste consiguió despertarla por completo, gruñendo cual animal enjaulado, hambriento de venganza y sed de sangre. Tenía la fuerte impresión de haber vivido aquello dos veces. Lo malo de todo eso, porque incluso Inoru encontraba cosas positivas a la hora de morir, era que estaba cien por ciento segura que de haber querido, aquella persona pudo haberla matado.

Conforme las sombras cubrían el hueco de su escondite y sus ojos violetas se acostumbraban a la oscuridad del sitio, la rubia fue consciente de la hora que debía ser y del tiempo que pasó inconsciente bajo el cuidado de alguien aparente mente desconocido.

Despertaste. —dijeron fuera del árbol, que era su refugio.

Inoru pensó con cuidado sus palabras, analizando la situación a fondo. Si era como creía, el sujeto en cuestión estaría al tanto de su siguiente movimiento.

Aún quiero matarte.

Risas suaves fueron su pantalla perfecta para moverse, comprobando que sus extremidades no estuvieran congeladas o atadas. Logró ponerse de pie, acariciando con sus dedos la corteza húmeda del gran árbol que la había salvaguardado de la pasada tormenta.

Sus cosas no estaban a la vista, ni sus zapatos ni su gabardina, tampoco las pocas armas o comida que había conseguido llevar consigo. O las había perdido en el mar cuando cayó, o el sujeto en cuestión las tenía en su poder.

¿Sabes? Cuando nos conocimos, no dabas la impresión de un asesino despiadado.

¿...nos conocemos?

Su pie derecho chocó contra una roca de tamaño considerable. Inoru no dudó en tomarla e idear un plan de ataque, aguardando en silencio sobre lo que debería o no hacer, escuchando con cuidado lo que sucedía en su entorno.

Sonrió con emoción. Comparado con su situación lamentable en Musutafu, ahí en las tierras elementales no debía imponer un límite estúpido a sus habilidades de asalto.

Se podría decir, que tenía libertad para matar.

Niñita... deberías soltar esa roca. —pero toda su concentración se fue al drenaje cuando, sin verlo venir, el filo de una espada atravesó la corteza del árbol. Quedando a solo centímetros de su rostro. — Vamos, suelta eso. —la roca cayó, pero la rabia de Inoru aumentó. — Muy bien~

Haciendo gala de su rapidez, recogió la roca en un parpadeo y en otro apareció detrás del sujeto en cuestión, con su arma en alto lista para acabar con él de un solo golpe.

Llamen-lo destino, pero el desconocido se salvó por los pelos. Siendo lo único visible a sus ojos, el chico usaba su cabello largo por debajo de sus omóplatos, del mismo color que el carbón y de apariencia sedosa. Su ropa era completamente negra, y por como era dedujo que no era un ninja... o al menos no como ella.

Dejó caer la roca, sin despegar su vista de la ancha espalda del hombre. Igual que ella, no usaba zapatos y no cargaba nada con él, además de la katana.

Thing Of Two || BNHADonde viven las historias. Descúbrelo ahora