CAPÍTULO 28 PACTO CON EL ENEMIGO

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Lidia se miró en el espejo, la imagen que éste le regresó no fue de su agrado, distaba mucho de lo que había sido años atrás, antes de que Santiago los echara de su propiedad, cuando las cosas les iban bien y no tenía de que preocuparse, ella siempre había tratado de ser una buena persona, amaba a su esposo, trataba de hacer las cosas bien, buscaba ayudar a la gente, había sido buena hija, había obedecido a sus padres cuando la obligaron a casarse con Alfonso y aunque le fue bien en su matrimonio porque también él la amaba, ella por si misma nunca hubiese escogido casarse y formar parte de una familia de delincuentes, también se había hecho cargo de sus dos hermanas cuando sus padres murieron, hasta que Laura se fue con sus tíos y Karina decidió hacer su propia vida y se fue de su lado, su único gran error fue ser cómplice de su suegra y aunque su participación fue mínima para hacerle la vida imposible a Elizabeth la esposa de Santiago y después a su pequeño hijo, siempre se sintió culpable. Pudo haber dicho que no, aunque sabía que a esa mujer no se le podía decir que no, sin pagar las consecuencias.

Ahora a la vuelta de los años, seguía pagando las consecuencias de haberla ayudado y no haberse atrevido a delatarla cuando estaba a tiempo. Ya no quería seguir llevando esa vida de miseria, dependiendo de lo que otros les daban, deseaba trabajar y ganarse limpiamente el sustento como tanta gente lo hacía, pero Alfonso jamás se lo permitiría, aunque se vieran en apuros como ahora.

Ella lo veía cada vez más desesperado, no sabía en que andaba, pero seguramente no era nada bueno, con tristeza veía como cada día se alejaba más y más, incluso en las últimas semanas había estado saliendo fuera de la ciudad y tardaba algunos días en volver, solo le decía que eran asuntos de trabajo pero nada más, y aunque la seguía tratando con amor y ternura, ella presentía que se estaba cansando de ella y que quizás tuviera ya a otras mujeres.

En estos momentos lo único que la consolaba era que Laura por fin estaba libre, ella misma se había comunicado, le había contado que había escapado de sus secuestradores, que por lo pronto no podía volver por temor a que la volvieran a secuestrar y que por seguridad no podían verse y mucho menos revelarle en sonde se encontraba. Aun así, ella se sentía feliz, su hermana estaba bien, deseaba que Alfonso estuviera presente para compartir su alegría con ella, también él había estado muy preocupado por Laura, incluso lo veía decaído y nostálgico cuando hablaban de ella, estaba segura de que le alegraría mucho saber que ya estaba fuera de peligro.

*****
Alfonso estrecho la mano de Rigoberto Salas, varios hombres armados los rodeaban y todos celebraban el trato.

Alfonso acababa de firmar la sentencia de muerte de sus hermanos, se estaba comprometiendo con Rigoberto Salas a entregar a Santiago en sus manos para que él personalmente se deshiciera de él y de paso utilizaría a Damián para atraerlo y hacerlo caer en su trampa, mientras que Rigoberto se comprometía a dejarlo como jefe del territorio de Santiago, siempre y cuando éste cumpliera con su parte del trato.

Lo único que opacaba su felicidad, era, que se encontraba tan lejos de su esposa, la extrañaba tanto, ella era lo único bueno que en realidad tenía, y aunque ella no compartiera su ideología y no estuviera de acuerdo con su forma de ganar dinero, él no podía dejarla ir, sabía que ella lo amaba y a pesar de todo no lo dejaría y eso lo llenaba, lo hacía sentirse satisfecho, afortunado.

Por lo pronto tendría que conformarse con pensar en ella y esperar el momento de poderla tener entre sus brazos y decirle cuanto la amaba, de ninguna manera podía compartirle este triunfo y celebrar con ella, si se llegara a enterar no estaría muy contenta y sobre todo no podía hablarle de Rigoberto, él por lo pronto estaba escondido, formando nuevas alianzas y reorganizándose para planear su ataque contra los dos hombres causantes de que ahora tuviera que estar escondiéndose, lejos de su territorio y de haber perdido a la mayor parte de su gente, Santiago Moran y Aureliano Montero.

*****
Laura miró a través del ventanal de su oficina, apenas tenía dos semanas de haber empezado a trabajar en la empresa de Damián, las cosas se habían puesto difíciles debido a que había más de tres aspirando a ese puesto y de pronto venía alguien de fuera y lo tomaba.

A ella tampoco le parecía justo, pero como había dicho Damián, de todos los aspirantes, quien cumplía mejor los requisitos, fueran de dentro de la empresa o de fuera, era ella y se le estaba dando la oportunidad de demostrar que era mejor que los demás y que podía, con la responsabilidad, además, a petición de ella fingirían no conocerse de antes y él había prometido no interferir en su trabajo, ni en sus decisiones, si triunfaba seria por ella misma y si fracasaba, también sería por sus decisiones y afrontaría las consecuencias.

En cuanto al lugar en donde Laura viviría por el momento, habían llegado a un acuerdo, Laura seguiría quedándose en el rancho con la condición de que un auto con chófer la trasladaría diariamente a su trabajo y de regreso a casa, mientras que Damián había regresado a su departamento de la ciudad, en el cual Laura se había negado a quedarse, aunque él se lo pidiera insistentemente.

_La semana que entra tengo que salir de viaje. - dijo Damián, mientras cenaban en un restaurante. _De verdad me sentiría más tranquilo si te quedaras en mi departamento.

_No veo el motivo. - trató de convencerlo Laura, él insistía en que cuando menos durante el tiempo que él estuviera fuera se quedara ahí, para evitar el largo recorrido que hacía a diario.

_ ¿No comprendes que cada día te expones a que alguien conectado con tu secuestrador te vea y estés de nuevo en peligro?

Ella permaneció callada, en realidad, cada día tenía que luchar contra ese temor, que atenazaba sus entrañas, pero se obligaba a vencerlo, repitiéndose que eso era muy improbable, aunque sabía que podía suceder.

_ Tengo razón. - dijo él al notar su silencio. _lo sabes, no te estoy proponiendo nada indebido, en mi departamento hay varias recamaras, puedes instalarte en la, que mejor te guste, además, yo no estaré. Puedes disponer del departamento a tu gusto.

_ Lo pensaré. - dijo por fin no podía tomar una decisión coherente con esa mirada penetrante sobre ella. Él estaba cerca, sus manos sobre la mesa casi se rozaban, él había acercado su rostro al de ella tratando de ser convincente, su loción invadía sus sentidos y su aliento llegaba hasta ella, deseaba con toda su alma ser besada, pero él no tomaba la iniciativa y ella nunca se atrevería, a hacerlo.

Por fin el hechizo se rompió, él se alejó volviendo a su lugar. Ella solo lo miró con desilusión, era mejor así, aunque lo deseaba, sabía que cualquier relación que llegarán a tener, sería momentánea, él solo satisfaría, su necesidad y ella, se quedaría con el corazón roto.

Damián la observo desde su lugar recargado en el respaldo de su silla, había sido una gran proeza convencerla de que lo acompañará a cenar, ella temía que los vieran juntos, en su trabajo las cosas eran difíciles y se le complicaría más si sabían que conocía al dueño y gerente general. Lo entendía, entendía su punto de vista, pero lo tenía desesperado, nunca, ninguna mujer lo había rechazado, cualquiera hubiera estado feliz de poder presumir que era su amigo, o simplemente su conocido, pero ella no, al contrario parecía querer mantenerlo lo más oculto posible y eso lo tenía al borde de la desesperación, porque ella le importaba y le importaba más allá de lo que podía comprender, no era solo su belleza, su valentía, su tenacidad, era su luz, su esencia, lo que ella era y representaba, lo que sacaba de él, sentimientos que ni siquiera sabía, que existían, pero ella los hacía salir a flote y eso lo tenía desconcertado, a él, al hombre de mundo, que conocía todo y que podía enfrentarse a todo. Ella lo dominaba, lo doblegaba con una simple mirada, esos ojos celestes lo tenían embrujado.

PERDIDO EN SU MIRADA No. 4️⃣ //SERIE HOMBRES DE LA SIERRA. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora