CAPÍTULO 46 EN TERRITORIO ENEMIGO

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Santiago llevaba horas manejando, durante el trayecto había recibido la llamada de Alfonso, dándole las indicaciones para llegar hasta donde ellos querían. Él no había discutido, sólo había escuchado y le había asegurado a Alfonso que llegaría.

Después de eso había seguido su camino, se estaba adentrando ya, en territorio enemigo.

Como supuso, no necesitaba ir alerta, además de que no llevaba ningún tipo de arma consigo, sabía que nadie se atrevería, a atacarlo en el camino en primer lugar porque le temían y sabían que si lo provocaban probablemente terminarán muertos y en segundo lugar porque su única opción para tenerlo donde querían y como querían era dejándolo llegar a su destino, en donde se encontraba su hermano, y en done no podría hacer nada por defenderse si quería que Damián siguiera viviendo.

La tarde estaba avanzada, en lugar de sentirse cansado por las horas de viaje, por su cuerpo fluía la adrenalina, estaba ya demasiado cerca, sabía que en cualquier momento empezaría su tormento, había visto como desde varios kilómetros atrás algunos hombres lo vigilaban desde el interior del bosque, sabía que Rigoberto a estas alturas ya sabía exactamente su ubicación y estaba preparando el golpe.

Avanzó unos cuantos kilómetros más y no le sorprendió encontrar el camino obstaculizado por un gran tronco de árbol. Tampoco le sorprendió ver que en cuanto detenía la marcha de su vehículo, ya tenía a docenas de hombres sobre él, mientras unos abrían la puerta con violencia, otros ya lo estaban sacando a empujones ordenándole poner las manos en alto. Era tanto el temor que le tenían que prefirieron noquearlo a arriesgarse a llevarlo despierto ante su jefe.

Santiago sintió el golpe que le propinaron en la cabeza con una de sus armas, y aunque lo dejó aturdido, no logró hacerlo perder la conciencia, aunque él lo fingiera.

Sintió como ataban sus pies y manos y lo aventaban sin consideración en la parte trasera de la camioneta. No podía ver porque seguía fingiendo estar inconsciente, pero podía sentir la tensión entre los hombres que lo llevaban, aunque en teoría el ya no representaba ningún peligro, sabía que prácticamente todos apuntaban sus armas hacia él, incluso con el movimiento de la camioneta algunas de esas armas llegaban a tocar su cuerpo. Estaban más asustados ellos que él.

*****
Rigoberto Salas se movía inquieto de un lugar a otro, Santiago Moran al fin estaba en sus manos, lo estaba logrando, era algo que había soñado siempre y pensó que no volvería a tener otra oportunidad, hasta que llegó su hermano ofreciéndoselo en charola de plata, y aun así dudaba que ese hombre se dejara atrapar algún día, había llegado a pensar que incluso sacrificaría a su hermano Damián con tal de no exponerse, pero se había equivocado, había acudido a su llamado de auxilio y estaba ahí, ya en las manos de sus hombres.

Su alegría no tenía precedentes, esto lo iba a llevar a la cima, con la captura y muerte de Santiago Moran, se iba a ganar el respeto y el reconocimiento de todos los jefes del crimen organizado, no sólo de los que lo estaban ayudando, sino de todos, después de eso no iba a necesitar de nadie, iba a poder regresar triunfante a recuperar su territorio y se iba a coronar como el rey de todos, iba a recibir el reconocimiento y el respeto de los más grandes y se iba a convertir en amo y señor de todo lo que poseían los hermanos Moran.

En este momento solo tenía una preocupación y era que uno de sus principales hombres, al que había enviado para traer a la esposa de Alfonso, no regresaba y no se comunicaba con él, no era de alarmarse, porque eso solía, suceder, los retrasos y las fallas en la comunicación, pero él deseaba tenerla ya en esos momentos, pronto empezaría la función y deseaba tener todo bajo control, de todas formas no deberían de tardar, la última vez que se comunicó con él, ya la tenía en su poder y ya se dirigían hacia allá.

*****
Damián sentía que si pasaba más tiempo, no lograría resistir, su peor angustia era no saber de Laura, esperaba que esos hombres al menos a ella sí la hubiesen respetado, había escuchado la orden de Rigoberto de dejarla en paz porque la estaba reservando para él cuando todo esto terminara, pero la misma orden había sido dada respecto a él y no la habían cumplido, rogaba para que con ella fuera diferente.

Era de tarde ya, los rayos del sol estaban muy bajos en el horizonte, Damián notó cierta tensión en el ambiente, los hombres se veían nerviosos, se movían de un lado a otro, con cierta zozobra.

De pronto la puerta se abrió y entraron varios de los hombres de Rigoberto.

_ Llegó tu hora. - dijo el hombre que los dirigía acercándose a él y asestándole un fuerte golpe en el abdomen.

Damián se dobló de dolor, pero no se quejó, apenas estaba recuperando el aliento cuando recibió otro golpe que lo mandó al suelo. Intentó incorporarse, pero empezó a recibir puntapiés de varios de los hombres, que reían a carcajadas.

_ ¡Basta! - escucho la potente voz de Miguel.

Todos pararon al instante, aunque él no estaba directamente bajo las órdenes de Rigoberto, todos lo respetaban porque era intimidante, ninguno quería comprobar lo que haría si lo hacían enojar.

_¡Fuera de aquí! - ordenó.

Todos salieron sin decir nada, solo quedaron él y sus hombres.

Entre él y varios más lo pusieron de pie, ya le era imposible sostenerse solo, lo condujeron hacia una de las sillas que se encontraban en el lugar y lo ayudaron a sentarse.

Después de unos minutos la sensación de mareo y aturdimiento empezó a pasar, entonces pudo observar a su alrededor. Varios hombres vigilaban la puerta, mientras otros se mantenían cerca de donde él estaba, solo Miguel y otro hombre permanecían junto a él.

Miguel lo ayudó a beber un poco de agua de una botella. Este gesto comprobó lo que él venía imaginando. Se había, dado cuenta de que en varias ocasiones lo había librado de recibir una paliza, no entendía por qué lo hacía, ni cuáles eran sus intenciones pero los hombres que con él estaban lo vigilaban constantemente y él presentía que más que para hacerle daño, lo hacían para evitárselo lo más posible, se había dado cuenta de que a pesar de que existían hombres de varios grupos del crimen organizado en ese lugar, ayudando a Rigoberto, el de Miguel era el único grupo al que podía identificar hombre por hombre, todos y cada uno de ellos llevaba el símbolo del rancho de Lorenzo Maldonado, grabado en algún accesorio o prenda de vestir, ya fuera en su Sombrero, en su gorra los que la usaban, en su camisa, etcétera. Y sabía que siempre estaba cuando menos uno de ellos presente en donde él se encontraba.

_ Tu hermano esta por ser traído delante de Rigoberto. - dijo Miguel. Esta revelación hizo que, su ánimo decayera, por algún momento tuvo la esperanza de que Santiago hubiera entendido su mensaje, aunque sabía que lo había entendido, Santiago sabía que él jamás le pediría sacrificarse por él, al contrario, él sabía que estaría dispuesto a dar su vida por la de Santiago y no al revés, pero él no había querido escuchar y se había aventurado, ahora, estaba en sus manos y eso le dolía. _ No sé exactamente cuáles sean los planes de Rigoberto contigo. - dijo. _pero quizás esto pueda ayudarte colocó algo fajado a su cintura y lo cubrió con la camisa. Su cuerpo maltratado no le permitió sentir y darse cuenta de que se trataba, pero esperaba que fuera sincero y no se tratará de una trampa.

Después de un rato lo tomaron entre dos de sus hombres y lo sacaron del lugar, llevándolo ante Rigoberto.

PERDIDO EN SU MIRADA No. 4️⃣ //SERIE HOMBRES DE LA SIERRA. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora