CAPÍTULO 60 DESESPERACIÓN

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Damián, miraba a través del gran ventanal de su oficina, no podía trabajar, su concentración estaba por los suelos, ese era el peor momento desde que estaba sin ella, había tratado de ser fuerte, de resistir a la tentación de ir a buscarla y aunque recibía información acerca de su estado a diario, quería verla, tocarla, tenerla entre sus brazos, decirle cuanto la amaba.

Sabía que ese día regresaría a su casa junto con Lidia, después de permanecer tres semanas en el Centro de ayuda para mujeres maltratadas.

No quería dejarlas solas ahí, deseaba ir por ellas y llevarlas a su departamento, o acomodarlas en un lugar seguro aprobado por él, temía que quedara alguno de los hombres que la habían secuestrado con anterioridad e intentaran hacerlo de nuevo, aunque Roberth le hubiese asegurado que el peligro había pasado.

No soportaba más, habló con su asistente para que cancelara todas sus citas del día, tomó su saco, se lo puso y salió de su oficina.

Ya en el auto, no supo que estaba haciendo, había manejado por largo rato, sin sentido, se detuvo para tratar de tranquilizarse, jamás nadie lo había puesto en ese estado. Era un hombre acostumbrado a ser fuerte, rudo, implacable, no se rendía ante nadie, pero ella lo tenía doblegado, las mujeres nunca habían sido un problema para él, él no las buscaba, ellas llegaban a él y él tomaba lo que le ofrecían, sin dar nada a cambio, porque siempre era bajo sus condiciones, a ellas no les importaba y a él tampoco, pero Laura era diferente, no tenía punto de comparación, a ella la amaba, deseaba cuidarla, protegerla... Y que lo amara.

Tomó de nuevo el volante y reinicio la marcha.

*****
Laura salió de la casa, necesitaba aire fresco. Esa mañana habían regresado, había mucho trabajo que hacer, mucho que limpiar y ordenar, después de tanto tiempo sola.

Eran las primeras horas de la tarde, Lidia se había encerrado en su habitación, la había visto llorar toda la mañana, aunque ella tratará de ocultarlo, también ella, se sentía agobiada con los recuerdos, saber que todos los que vivieron ahí hasta hacía unas semanas ya no estaban, lo peor era pensar en los niños y jovencitos, sintió una opresión en el pecho y salió fuera, no pudo detener las lágrimas, era tan doloroso estar ahí, y si para ella lo era, para su hermana era peor. Ella, sabía de la propuesta de Roberth y la había animado para que la aceptará, pero Lidia no quería dejarla sola y la entendía porque tampoco ella quería dejarla sola en esos momentos. Pero ella merecía intentar rehacer su vida, quizás llegara a enamorarse de Roberth, estaba segura de que él la quería, veía la forma en la que él se comportaba con ella, en como la trataba, como la miraba, su propuesta un tanto descabellada, porque él mismo reconocía que ya tenía un ama de llaves. Ella intuía que las intenciones para con su hermana iban más allá de sólo querer ayudarla.

Salió y cruzo la calle, enfrente de, su casa se encontraba un pequeño parque, ese había sido su refugio en incontables ocasiones, cuando Alfonso estaba en casa y ella escapaba para no estar cerca de él, aunque sabía que, estando pegada a Lidia, él no se atrevería a molestarla, sin embargo, era preferible poner distancia de por medio.

Sus ojos seguían cristalizados, que diferente sería si su relación con Damián se hubiese concretado, lo echaba mucho de menos, sentía que la vida se le iba y él no estaba, le dolía solo haber sido uno de sus pasatiempos, pero debió haberlo sabido, ella no era el tipo de mujer a la que él estaba acostumbrado, de hecho, lo sabía, pero no había querido aceptarlo, había sido más fuerte su deseo de pensar que los cuentos de hadas existían y que de verdad tenía una oportunidad con él.

_ Lo siento. - dijo en voz baja entre sollozos. _no debí ser tan ilusa.

Hablaba para sí misma, las lágrimas surcaban sus mejillas, no quería pensar más en él, pero le era imposible sacarlo de su mente.

PERDIDO EN SU MIRADA No. 4️⃣ //SERIE HOMBRES DE LA SIERRA. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora