43.- Ya no quiero amarte.

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¿Cuántas veces podrás decir en la vida que amaste hasta que ya no quedó salvación? ¿Cuántas veces podrás decir que agotaste el amor? ¿Cuántas veces podrás decir que lloraste con solo recordar su voz? ¿Hasta que punto puedes intentar salvar algo que ya no tiene horizonte?

Eso había pasado con esas chicas, habían amado y habían perdido por completo sus corazones, habían perdido sus ganas de amar, y hasta cierto punto, habían perdido el alma hasta el punto de sentirse vacías; esa fiesta demostraría lo rotas que estaban, demostraría cuanto habían estrujado su corazón hasta verse sin sangre, sin aliento y sin alma.

Esa noche, Makis De Angulo entró a El Titicó luego de que escuchara una vaga conversación sobre una noche de copas y una noche de diversión; luego de una exhaustiva introspección se decidió a ir al lugar, quizás solo para poder verla, para torturarse con la hermosa postal que conformaba el hecho de verla sonreír, aunque esta vez su sonrisa fuera dedicada a alguien más.

—Buenas noches preciosa. — Se manifestó una voz en los metros próximos a la muchacha. — ¿Puedo invitarte un trago?

—Buenas noches. — Respondió en ese tono amable que la caracterizaba, con esa sonrisa hermosa que solía dar a cada persona que se le acercaba. — No gracias. — Respondió enseñando el Cosmopolitan que se había servido hace menos de 10 minutos. — Ya tengo mi coctel.

—Entonces, ¿puedo acompañarte? — El tono seductor del muchacho había logrado poner de sobre aviso a Makis sobre las intenciones de él. — No me parece justo que una persona tan linda esté completamente sola.

La chica sonrió con amargura, pensando en la efímera y utópica idea de que la hermosa muchacha de cabellos castaños dijera la mismo que ese chico en ese lastimero intento de conquista, que viniera con su preciosa sonrisa a arrancarle la tristeza de cuajo del alma, como lo hacía antes, como era hace tanto tiempo atrás, cuando nadie sabía de ella y sus miradas cómplices solo pertenecían a ellas mismas, cuando los besos fugaces solo tenían ese sabor a dulzura y amor, y, cuando esos abrazos apretados solo tenían intenciones de sanar. Ahora eso había quedado en el olvido, y la chica a la que tanto amaba estaba en brazos de otra persona.

—No me gustan los chicos. — Respondió cuando se dio cuenta que llevaba mucho tiempo ensimismada. — Así que si tu intención es otra, te recomiendo que te vayas, no tendrás lo que deseas.

—Una lástima. — Respondió el chico encogiéndose de hombros. — Pero de todos modos de invitaré un trago. — El chico levantó la mano para llamar al camarero. — Por favor, dele a esta chica lo que pida, y lo anotas a mi cuenta.

—Como desee señor.

—¿Señor? — Preguntó Makis al oír como se referían al muchacho.

Él sonrió. — Mi padre es el dueño. — La pelinegra iba a responder, pero alguien entró por la puerta principal, logrando que las palabras se empujaran dentro de su garganta. — Ten buena noche, espero que disfrutes.

Olga Lucía Vives y Natalia Afanador entraban flamantes, con una sonrisa plasmada en el rostro y con las manos aferradas como si fuera perder el contacto fuera causante de su muerte, entonces, Makis recordó, trajo a su mente el momento en el que su vida se había ido al carajo por cobarde, en el momento que sus deseos de amor infinito se habían transformado en un doloroso "ya no quiero amarte".

1 años antes.

—¿Makis? — Se escuchó la voz de la castaña en su camerino. — ¿Estás acá?

La pelinegra miró hacia los lugares aledaños. — Si, estoy acá.

—¿Mi amor? — Volvió a preguntar con ternura. — Necesito hablar contigo.

One Shots (Ventino)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora