23.- Historias detrás de historias (Jumila)

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Juliana no era muy fan de los aeropuertos, no desde hacía dos años. Aquel en especial, sostenía recuerdos que la perseguían en sus pesadillas.

— Juli, ¿un poco de ayuda? — La voz de Natalia la trajo de vuelta a la realidad, la castaña hacía malabares con sus maletas y las de su hija, la pequeña Emma, quien descansaba dentro de su carriola.

— Si ya... eh... — Estuvieron un momento en una danza rara sin saber exactamente que iba a cargar cada una.

— Chicas, si quieren bailar salsa pueden esperar a que lleguemos al apartamento, entre tanto, apresurense, quiero salir de este lugar cuanto antes. — Ladró Makis, quien esperaba impaciente al lado de la carriola con su maleta.

— Pues adelantate, consigue un taxi, nosotras vamos justo tras tuyo. — Insto Natalia.

En otro momento de la vida, la mayor hubiese llamado la atención de la otra chica por su actitud pasiva-agresiva, pero en aquel momento de gran tensión, sólo podían mirarse con simpatía la una a la otra, aquella ciudad significaba el declive de sus vidas a niveles que nadie jamás podía llegar a imaginar; por esa razón era que ellas más que nadie entendían la actitud arisca de su amiga. Después de unos minutos más tratando de nivelar la carga, ambas por fin pudieron abrirse paso entre la multitud, incluso a altas horas de la noche, el aeropuerto era increíblemente concurrido, y entre toda esa multitud, destellos rojizos y de tez de alabastro la hacían sentirse atrapada, por eso, como si el edificio estuviera en llamas, ambas alcanzaron a Makis fuera del lugar.

— Dijeron que estaban tras míos, el taxímetro corre señoritas.

— Hablas como si no tuviéramos cómo pagar. — Defendió Natalia mientras se acomodaba en el asiento del copiloto y Juliana se sentaba al otro lado de Makis, justo al lado de la pequeña silla para autos en que había convertido la carriola.

— Esto es Bogotá, Natalia, no Madrid.

— No me lo recuerdes.

El departamento se hallaba en la zona alta de la ciudad; por un lado la concurrida urbe con sus edificios que desde ese lugar parecían nada más pequeños cuadros negros que sostenían luces blancas y amarillas, y más allá, la grandiosa sabana. Su vista era una de las cosas que amaba del lugar, la otro era el silencio, la distancia entre ellas y el mundo, un lugar donde podrían construir su vida fuera de los ojos indeseados, de presencias perturbantes.

— ¿No vas a dormir? — Makis apareció tras ella aún vestida.

— No tengo sueño.

— Bienvenida al club. — Natalia estaba no muy lejos sentada en un sofá, se veía un poco desencajada. — ¿Qué piensas?

— Que esto fue una pésima idea, no he podido dejar de pensar en ellos desde que nos montamos en ese avión. — Respondió al volverse a ver a sus amigas, — es algo que me está comiendo viva.

— Quizá tengas razón, pero esto es un paso necesario para nuestras vidas. — Natalia se veía muy segura de sus palabras, lo que le hizo preguntar a Juliana el cuando su amiga se había vuelto tan buena actriz. — Enfrentarnos a los fantasmas de este lugar.

Juliana se sentó a su lado y la miró fijamente, — aquí no hay fantasmas Natalia, son personas de carne y hueso, las cuales representan una amenaza para nuestras vidas, y aunque quieras negarlo, tú lo sabes mejor que nadie.

Ella sabía que el tiempo le daría la razón, lo que no sabía era que se la daría tan rápido, tan abruptamente; tres días, solo tres días le tomó al universo para decirle que estaba en lo correcto, nunca odio más tener la razón que en ese momento.

One Shots (Ventino)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora