55. - Amor de locos.

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Natalia:

Mi vida estaba destrozada, completamente en la basura y no había forma de remediarla; era despreciable y un completo despojo desde que todo esto se había hecho mierda de muchas maneras diferentes.

Díganme, ¿qué sentirían ustedes si el amor de tu vida se enamorase de tu mejor amigo? ¿Qué pasaría si el día en que tu quieres decirle que quieres tener hijos, ella te dice que le van los penes? ¿Qué pasaría si ella te dijese que está embarazada y que lo siente por haberte dañado?

La muy desgraciada me había lanzado como una bomba que estaba embarazada, que se había enamorado de él porque era todo un caballero, porque la había apoyado incondicionalmente cuando nosotras estábamos pasando por una crisis; me había dicho que sonreía desde que habían comenzado y que había sido inevitable. Yo, mientras la escuchaba me rompía poco a poco, sintiendo que el dolor me estaba matando.

-Nati, linda. - Susurró ella a mis espaldas. - ¿Puedes mirarme?

-¿¡Quieres que vea como te vas con esa mierda!?

Penoso, era la única manera de describirle. Encogida en un rincón de la habitación, presionando mis piernas contra el pecho y lanzando sollozos completamente ausentes; era deplorable como me encontraba y ella no se quería largar.

-No lo trates así. - Ella suplicaba por él, malditamente lo defendía a él. - Él es tu mejor amigo.

Me removí violentamente, casi arrastrándola conmigo en esos pasos tambaleantes que daba hacia el cuarto de baño para poder refugiarme de algún modo de esos ojos que me miraban con lástima. Los detestaba tanto.

-¡Era mi mejor amigo! - Grité desde el baño temblando. - ¡Ahora quiero que se larguen!

-Natalia.

-¡Lárgate, desaparece de mi vida Camila! -Grité mirándola por sobre mi hombro. - ¡Y tú, Matías! - Bramé aferrándome del dintel de la puerta para no caer por mis piernas débiles. - Espero que te pudras en el infierno, maldito hijo de puta.

Los vi abrazarse, terminando por romperme. - Lo sentimos, Natalia de verdad.

-Por favor, solo váyanse. - Pedí temblando, haciendo esfuerzos por no caer.

Me dejé caer cuando la puerta se cerró, dejándome en el olvido, dejándome completamente destruida porque lo había perdido todo, lo había perdido para siempre y ni siquiera podía comprender las razones que los había llevado a traicionarme de esa manera.

Me tambaleé como un bebé que apenas aprendía a andar hacia la nevera, buscando el último recurso que quizás iba a lograr amainar un poco ese vacío que sentía en el centro del pecho. Tomé la primera botella de vino, destapándola para tomar directamente del envase; las lágrimas seguían cayendo como si el río hubiese comenzado a correr por mis mejillas.

Me pregunté ¿En qué había fallado? ¿Desde cuándo ellos estaban juntos? ¿Alguna vez había hecho feliz a Camila? ¿Cómo haría para aprender a vivir sin ella? Habían sido 12 años juntas y ella los había desechado como si no fuese un papel gastado, como si no valiera nada.

Una botella de vino se convirtieron en dos, luego los espumantes cobraron el protagonismo y finalmente las cervezas coronaron mi decadencia total de un ser deambulante en una vida que había perdido el sentido.

No sé de donde encontré una última botella de vino, la que utilicé para darme el empuje para llegar a la azotea de mi casa, donde me senté a ver el atardecer mientras me acaba el último concho de vino.

-Eres despreciable. - Balbuceé tambaleándome hacia el borde del lugar donde ella y yo nos recostábamos a ver el atardecer. - Eres una vergüenza, estás aquí sufriendo por ella y ella está revolcándose con otro. - Me encontraba tan patética y ni siquiera era capaz hacer algo para dejar de sentirme así. - Ella se está abriendo de piernas con Matías, así como lo hizo todo este tiempo y tú no te diste cuenta.

One Shots (Ventino)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora