30.- Aquellos años (Naca)

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Camila resonaba sus tacones al desplazarse por la gigantesca estancia del aeropuerto de El Dorado; ella se sentía extraña, hace dos años que no pisaba ese lugar, desde que decidió que su destino la había llevado lo más lejos posible de su ciudad natal, quizás, por un vago intento de recomponer su asquerosamente roto corazón.

—Gente idiota, aprovechada — susurró al recordar el maldito día en el que había pisado ese mismo aeropuerto por última vez, recordando la nota que había dejado a modo de despedida.

—Señorita Esguerra, que bueno verla, se ve preciosa — alagó afable el conductor que había designado su madre para que la fuera a recibir a su llegada a la ciudad.

—Gracias Alexander, llévame a la casa por favor — dijo con frialdad la muchacha, pues desde hace tiempo que había perdido esa dulzura que en tiempos remotos habían sido la fantasía de muchas personas, en especial, de una hermosa castaña, una chica de preciosos ojos avellana que había sido su mundo en años pasados.

—Como guste... pequeña — la pequeña miró al hombre de soslayo, nadie le había osado mencionar ese apodo que alguien le había puesto.

—Que sea rápido, quiero ir a buscar cosas a mi viejo apartamento — Camila ni siquiera era capaz de mirarlo por el espejo retrovisor, no quería que los recuerdos la volvieran a atacar, no quería que el yugo del pasado volviera a caer sobre sus espaldas porque sabía con claridad que no sería capaz de resistirlo nuevamente.

—Por favor, guíala.

Las suplicas al cielo también estaban presentes en la vida de Camila, solo que, en otra dirección, "por favor, haz que la olvide". Pero la vida es una puta, una maldita perra desgraciada que se ríe en tu cara justo en el momento que la misma existencia te explota al frente. Ahí estaba el maldito, ese pos – it que parecía perdido entre los miles de mudanzas, ese mismo recuerdo que había sido estandarte de la lucha que perdió, la nota adhesiva que nunca llegó a los ojos de su gran amor.

"Aunque pusiera mil veces que te odio, no puedo creérmelo, porque ni con todas las puñaladas del mundo mi roto corazón podría dejar de amarte"

No estaba lista aún para ver su cara, para ver de frente todo lo que perdió, así que cobardemente decidió cambiar el rumbo, dispuesta a sanar su corazón y su conciencia de alguna manera.

—Llévame a la empresa, quiero ver a mis padres antes, tengo unas cosas que arreglar.

—Espero que sea la decisión correcta.

Ignoró a Alexander, sabía que el hombre tenía una especie de rabia contra ella por haberse ido, por no haber luchado, pero es que simplemente  no podía ver como el amor de su vida le había engañado, se había aprovechado de su dinero, no podía ver como ella le decía "te amo" a otro. Poco más de 15 minutos después, el carro se detenía frente a la inmobiliaria Esguerra, la empresa de sus padres, el hombre solo abrió la puerta y la dejó salir, ni siquiera la miró, tampoco dijo algo más, solo se despidió con voz trémula.

- Que tenga un buen día señorita.

Los empleados de sus padres miraban asustados como la niña de oro volvía a poner su tacón de miles de dólares en el piso de la empresa; altanera, la muchacha avanzaba por las filas de cubículos, donde los funcionarios parecían estar hablando por teléfono, escribiendo alguna chorrada en algún papel, simulando trabajar, porque si, el mínimo de empleados hacía de manera aceptable su trabajo, cerca del 60% hacía lo mínimo para mantener su trabajo, y el 10% parecía valerle pepino la vida y solo iban a beber café. Ese era el mundo en el que se movía Camila Esguerra, vise presidenta de una de las mayores agencias inmobiliarias del país, hasta que había llegado ella, el accidente más hermoso de toda su vida, la que la había enamorado con brillantes ojos castaños y labios tentadores, la que la había enredado en sus largas hebras de cabello y la había arrastrado a cometer las locuras más grandes por amor; la chica que también le había roto el corazón y la había hecho huir como una rata cualquiera.

One Shots (Ventino)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora