Capítulo 8 (X)

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Sin pronunciar una sola palabra más, camina conmigo en sus brazos. Paseo la nariz por su cuello e inhalo; huele de maravilla: a sexo junto con algún gel corporal caro, y al mejor y más seductor aroma del planeta... a Zabdiel. Cruzamos el cuarto y recorremos el pasillo hasta el baño, donde me deposita en el suelo y en el mismo instante, alguien llama a la puerta. Lo escucho dar un respingo.

-Vuelvo enseguida. -Se disculpa.

-Te estaré esperando. -Le aseguro y lo veo salir del baño para ponerse algo de ropa e ir a encontrarse con quien está del otro lado de la puerta.

Siento un nudo en la garganta.

<<Tengo que intentar aclararme y analizar mis sentimientos hacia él.>>

Cuando me miro al espejo, mi mente vuelve a Zabdiel haciéndome el amor, su boca ardiente y húmeda contra mi piel, y de pronto lo veo todo claro. La puerta se abre y me saca de mis ensoñaciones. Me sobresalto.

-¿Contemplándote en el espejo? -Comenta burlón.

Cierra la puerta.

<<Mierda.>>

-No... Yo... -No sé qué decir porque estoy desnuda delante del espejo, fantaseando con sus labios sobre mi piel.

-No tienes de qué avergonzarte, nena. Si yo tuviera ese cuerpo, también me miraría al espejo.

Me pongo roja y él me rodea con sus brazos. Sus ojos turbios se encuentran con los míos en el espejo.

-Partimos en dos horas, Sami. Renato vino a decirme. -Murmura y luego añade casi para sí. -Y sospecho que también ha venido a comprobar que sigo aquí.

No puedo mirarle a los ojos; si lo hago por un segundo más voy a romper a llorar. Fijo la vista en mis dedos.

-¿Qué te pasa, nena?

Me giro para encontrarme con sus ardientes ojos grises.

<<Me ha descubierto.>>

-Que me he enamorado de ti, Zabdiel. -Ya está, se lo he dicho. -Yo... Es que...

Me pone un dedo en los labios para que calle, desliza sus brazos a mi alrededor y me estrecha contra sí.

-Oh, Sami. -Gime, y hunde la nariz en mi cabello.

Ahogo un jadeo y lo abrazo como si fuera el aire que necesito para respirar. Permanecemos un buen rato entrelazados en ese peculiar abrazo, yo desnuda y él sólo con su pantalón de chándal. Tengo los ojos bañados en lágrimas, que se derraman por mi rostro sin control.

-Nena, te quiero.

Y estallo en sollozos, escondo la cara en su cuello, mientras pienso en si es posible llegar a sentir algo tan intenso en sólo tres días.

-No, por favor, no llores. -Susurra con voz angustiada y me envuelve con fuerza entre sus brazos. -Por favor, no llores por mí.

Se aparta, me sujeta la cabeza entre las manos y la echa hacia atrás mientras se inclina para besarme.

-Nos veremos más pronto de lo que crees. Te lo prometo.

Baja la vista y me mira, con ojos muy abiertos y dolidos. Sus palabras me dan una mínima esperanza.

<<¿Es posible?>>

Envalentonada, me aferro a esa idea.

-Confío en ti. -Susurro entre sollozos.

Levanto la vista anhelante hacia él. Zabdiel seca mis lágrimas con el pulgar y luego besa mi mejilla. Parece torturado... vulnerable. Me obligo a calmarme porque no quiero que sus últimas horas aquí sean un recuerdo triste.

-Venga, a bañarnos. -Dice de pronto, con expresión tierna y dulce.

-De acuerdo. -Acepto con determinación, pero mis fuerzas, mi seguridad y mi vida están a punto de resquebrajar y no sé cuándo las voy a poder recuperar.

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